Bagan es conocida como "la ciudad de las mil
pagodas" por ser uno de los complejos de templos más importantes de todo
el sudeste asiático. Para muchos en Myanmar, el turismo era la principal fuente
de ingresos, pero desde el golpe militar, ya no viaja nadie.
El nombre de Bagan evoca inmediatamente imágenes mágicas
en la mente de los trotamundos. Hasta donde alcanza la vista, pagodas rojizas
con sus icónicas cúpulas se elevan sobre la llanura verde.
El escenario parece salido de un cuento, de ensueño,
casi irrealmente bello.
"Un lugar místico", dice una alemana que
viajó hace unos 20 a la antigua ciudad real en la actual Myanmar. Los recuerdos
están muy presentes, aún después de tanto tiempo. "Bagan es uno de los
pocos lugares a los que siempre vuelvo a viajar con mis pensamientos",
asegura.
La ciudad, con su paisaje de estupas, fue declarada
en 2019 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Sin embargo, los que aún no hayan visitado Bagan tendrán
que guardar por ahora su sueño en un cajón. Desde el golpe militar del año
pasado se redujo al mínimo el turismo en la antigua Birmania que, tras décadas
de aislamiento, bajo el gobierno de la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu
Kyi había introducido por fin reformas democráticas.
El caos, el miedo y la violencia han reinado desde
entonces en el país budista, que los viajeros han descrito repetidamente como
pacífico y casi idílico en tiempos mejores.
Suu Kyi, de 77 años y derrocada del Gobierno en febrero de
2021, se encuentra en prisión incomunicada y es acusada por el régimen militar
en forma reiterada de nuevos supuestos delitos.
Miles de personas fueron asesinadas, y recientemente los
generales han hecho ejecutar bárbaramente a varios conocidos críticos del
régimen.
Solo los que desafían a la muerte se van de vacaciones en
un país como este, aunque la junta militar lleva unos meses intentando
reactivar el sector, que es importante para la economía, y aparentar
estabilidad.
El aeropuerto de Yangón, antes conocida como Rangún, ya
fue reabierto para los vuelos comerciales, pero pocas aerolíneas operan en este
país en crisis, la mayoría vía Bangkok o Kuala Lumpur.
Además, los interesados de 100 países pueden volver a
solicitar en línea un visado de turista. Pero, ¿quién quiere hacer eso, en esas
condiciones? Lo que viene de Myanmar es puro horror.
"La mayoría de los jóvenes de Bagan han migrado a las
grandes ciudades, como Yangón y Mandalay", dice el empresario Ko Min,
quien creció en la antigua ciudad real y de niño, como muchos otros, ganaba
dinero vendiendo postales y flores a los turistas.
"Ahora tienen que buscar otro trabajo, como obreros
de la construcción o en bares y restaurantes", explica, porque muchas
familias de la ciudad de los templos se encontraron de repente en ruinas,
primero por la pandemia de coronavirus y luego por el golpe de Estado.
Kyaw Kyaw, de Bagan y quien desde hace diez años trabaja
en la industria editorial de Yangón, se llevó recientemente a sus hermanos más
jóvenes a vivir con él en la gran ciudad.
"El resto de mi familia está en Bagan, pero ya no
tienen trabajo", dice. Con una parte de su salario apoya a la Fuerza de
Defensa del Pueblo (PDF), hombres jóvenes de la resistencia civil que ahora
luchan armados por la libertad de su país y que entrenan en la selva para
combatir al Ejército.
Kyaw Kyaw relata que muchos habitantes de Bagan también se
sumaron a la PDF.
Mientras tanto, las pagodas de Bagan yacen olvidadas en el
recodo del río Irrawaddy. "El sitio declarado Patrimonio de la Humanidad
comprende ocho subáreas con más de 3.500 monumentos, que junto con el paisaje
de ríos, lagos, cuevas, colinas y tierras de cultivo crean una atmósfera
impresionante", afirma la Unesco en su página web.
Desde el siglo XI hasta el XIII, precisa la entidad, la
ciudad de los templos en las llanuras centrales fue el corazón del mayor
imperio budista de la Edad Media. "La ciudad real desempeñó un
destacado papel económico, político y religioso y fue el centro de la
civilización de Bagan".
Junto con los templos de Angkor, en Camboya, y la
maravilla mundial de Borobodur, en Java, Bagan es uno de los yacimientos
arqueológicos más importantes de todo el sudeste asiático.
En 2019 arribaron a Myanmar unos 4,3 millones de turistas
internacionales, según las cifras oficiales. La mayoría de ellos también viajó
a Bagan.
Siempre hubo buenos y malos tiempos, estos últimos por
ejemplo durante la época de lluvias entre julio y septiembre, cuando
se reducía el flujo de visitantes.
"Por lo general, nos las arreglamos y sabemos cómo
superar esos momentos de poca actividad", dice el empresario Ko Min.
"Pero primero por la covid-19 y luego por el golpe, han transcurrido casi
tres años y no sabemos qué pasará", expresa.
Muchos pusieron en venta sus tierras para sobrevivir.
Otros convirtieron los que alguna vez fueron restaurantes para turistas en
tiendas de té para los locales, con enormes pérdidas económicas. "Me
preocupa no saber si Bagan podrá alguna vez recuperarse de esto",
lamenta.
Los gobiernos de la mayoría de los países desaconsejan
abiertamente viajar a Myanmar. "Actualmente rige una advertencia de viajar
a Myanmar. Se recomienda a los ciudadanos alemanes que abandonen el país",
dice por ejemplo el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores alemán.
Según los datos de la junta militar, más de 42.000
extranjeros entraron en el país entre abril y junio, principalmente desde
China, India y Tailandia. Sin embargo, no estaban allí por diversión, sino casi
sin excepción en viajes de negocios.
"¿Quién viene a Myanmar para divertirse?", se
pregunta Paing Paing Thaw, que dirigía una exitosa empresa de viajes para
huéspedes europeos y estadounidenses hasta el golpe de Estado. Casi todos
sus clientes han viajado también a Bagan, dice.
dpa
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