viernes, 10 de mayo de 2024

¿Cómo actúa el cerebro de un adicto? Según los especialistas que los tratan, sepamos mas.

 

Fuente Instituto NOA de adicciones: Aún hoy en día existe cierto estigma social, prejuicios e incluso rechazo hacia el adicto, se les hace culpables de su patología, pero tan solo son personas que verdaderamente no pueden ni saben salir solas de ese pozo.



Por ello es una necesidad para la sociedad conocer el mecanismo del cerebro de un adicto que se ve gravemente afectado por sustancias o acciones que para otras personas no les ocasiona una adicción como puede ser las drogas legales (como el alcohol) ilegales (cocaína, cannabis, entre otros) o desarrollan adicciones comportamentales con el juego, el sexo o las compras. Ello nos lleva a reflexionar sobre porque algunas personas ante el mismo inicio de consumo se convierten en adictas y otras no.

¿Qué es lo que ocurre entonces en el desarrollo de la adicción?



Las drogas actúan a nivel del sistema nervioso central como reforzantes de la conducta actuando a nivel de los Sistemas Cerebrales de Recompensa (SCR). El circuito de recompensa es clave en el proceso de la adicción y fundamental en el desarrollo de la dependencia a sustancias (en el inicio, mantenimiento y en las recaídas). Este circuito de recompensa que se encuentra en el cerebro del ser humano y en la mayoría de los animales, por lo que es un sistema primitivo importante y básico para la supervivencia del individuo y la especie y la adaptación al medio. De él dependen actividades que generan placer y que se encuentran ligadas al estado de ánimo fisiológico como puede ser el desarrollo de la vida afectiva, la adaptación al estrés, la tolerancia a la frustración, la regulación del ciclo sueño-vigilia, la alimentación, las relaciones sexuales, entre otras.



La acción de la droga en los circuitos de recompensa hace que se produzca una creciente secreción de dopamina, provocando que la persona adicta lo reconozca como una acción agradable ya que modula sus emociones.  Además de la dopamina, llegan a nivel central otros neurotransmisores como la serotonina, que es uno de los neurotransmisores que son tratados en el tratamiento de la depresión (de ahí la afectación del estado de ánimo a depresivo y apático del adicto en abstinencia).

El consumo continuado hace que el individuo vaya generando tolerancia a la sustancia, por lo que cada vez necesita cantidades mayores para que generen el mismo efecto deseado. Conforme pasa el tiempo, el cerebro se acostumbra a la sustancia de forma que los demás estímulos naturales (lasrelaciones sexuales, conseguir un trabajo, enamorarse, etc.) no logran activar suficientemente los sistemas emocionales y segregar estos neurotransmisores. Así, al producirse la hiposecreción de estos neurotransmisores recurren al tóxico constantemente para intentar paliar el sufrimiento interno tan desmesurado que les genera la ausencia de los mismos.

 De este modo, el consumo de sustancias se apodera de este circuito y lo pervierte, produciendo un efecto activador de este circuito de forma anormalmente intensa, incluso de dos a diez veces superiores a los causados por las recompensas naturales. Así, se consigue que el individuo aprenda y tienda a realizar conductas de consumo, además de mantener en su memoria estímulos que posteriormente puedan conllevar nuevamente a dicha conducta: la toma de sustancia, ya que las regiones afectadas del cerebro en la adicción participan también en los circuitos de memoria emocional. Está hipótesis podría explicar también el por qué se producen recaídas en algunos pacientes que ya están siendo tratados.

Esta vía no es única para la adicción a las drogas, sino también para otro tipo de adicciones como son las conductuales: adicción al juego (ludopatía), el uso de internet, sexo, etc.

Recientes estudios muestran la adicción como la pérdida de control sobre sí mismo y su propia conducta, en un proceso que va desde una respuesta reforzada hasta un hábito, en la que prevalece un enorme aumento de asociaciones estímulo-respuesta que queda fuera del alcance de nuestro propio control cognitivo voluntario.

 

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