En
neurobiología, quizás el concepto erróneo que más ha prosperado a lo largo de
las últimas décadas, y que pese a los grandes fallos que presenta sigue gozando
de mucha aceptación, es el concepto de “cerebro reptiliano”.
Extremadamente
popular dentro del sector del neuromarketing, el modelo del “cerebro
reptiliano” (también conocido como cerebro triuno) es una idea propuesta en los
años setenta por el médico y neurocientífico Paul MacLean.
En ella se
divide el cerebro humano en tres estructuras las cuales, según este modelo,
aparecieron una detrás de otra: en primer lugar tendríamos estructuras muy
internas (como el tallo cerebral), que serían las áreas más primitivas y se
denominarían cerebro o complejo reptiliano, y sobre estas se habrían
desarrollado los sistemas límbicos y, a partir de estos, el neurocortéx.
La idea que
defiende el neuromarketing es que el cerebro reptiliano sería el responsable de
nuestra toma de decisiones más emocional e incontrolable, y por lo tanto a la
que hay que apelar para que la gente compre algo emocionalmente sin pensar en
si lo necesita, se lo puede permitir, etc. mientras que el neurocortéx sería la
parte más racional.
Este modelo, ya para empezar, malinterpreta el desarrollo evolutivo del cerebro: todas las partes de un organismo evolucionan en conjunto y, por lo tanto, tienen la misma antigüedad.
Si hay estructuras como el tallo cerebral que se
pueden encontrar tanto en reptiles como en aves o mamíferos, es porque son áreas
esenciales para controlar parámetros vitales como la respiración o el latido
del corazón. Llamar ancestral o primitivo las estructuras cerebrales que
compartimos con otros animales vertebrados es como llamar ancestral a tener un
órgano que bombea la sangre o un esqueleto. Son partes vitales para un animal
vertebrado y, por lo tanto, están en todos los vertebrados, pero eso no
significa que sean partes evolutivamente atrasadas.
Además,
uno de los fallos más graves del modelo reptiliano es que aísla cada parte del
cerebro, cuando en realidad son todo áreas de un mismo cerebro extremadamente
entrelazado: en el ser humano, la toma de decisiones es un proceso que
involucra simultáneamente múltiples partes del cerebro, desde zonas (como
algunas que están en el neurocortéx) que valoran los elementos más racionales
de la decisión, como aquellas que producen y realizan una serie de valoraciones
emocionales, zonas que estarían en el “cerebro reptiliano”.
Es decir, no
hay una “decisión reptiliana”, sino que los procesos emocionales son parte de
la toma de decisiones general, lo que ocurre es que en ocasiones los factores
emocionales tienen más peso, mientras que otras veces podemos hacer una
valoración más racional, pero siempre existen ambos factores.
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