El cortisol es una hormona glucocorticoide que se produce en la corteza de las glándulas suprarrenales y luego se libera a la sangre, siendo así transportada por todo el cuerpo. Los receptores de glucocorticoides se encuentran repartidos por casi todos los tejidos del organismo, por lo que esta hormona es capaz de afectar a los sistemas nervioso, inmunitario, cardiovascular, respiratorio, reproductor, musculoesquelético y más.
Algunas de
las funciones principales del cortisol se resumen en la siguiente lista:
1.
Control de los niveles de azúcares en
sangre.
2.
Metabolismo de hidratos de carbono,
proteinas y grasas.
3.
Acción antiinflamatoria.
4.
Regulación de la respuesta al estrés.
5.
Control de la presión arterial.
6.
Regulación de las horas de sueño y
vigilia.
7.
Desarrollo fetal.
Los niveles
de cortisol en el cuerpo varían a lo largo del día, pero generalmente son más altos por la mañana al despertarse y van
disminuyendo a medida que pasan las horas. Su secreción está modulada por 3
sistemas muy bien interconectados: la glándula pituitaria (ubicada cerca del
cerebro), el hipotálamo (situado en la parte más interna del cerebro), y las
glándulas adrenales (localizadas en la parte superior de ambos riñones).
Aunque no
vamos a centrarnos en detalle en el mecanismo de liberación de esta hormona,
basta con saber que el hipotálamo se encarga de liberar la hormona liberadora
de corticotropina (CRH), la que a su vez estimula la liberación de la hormona
adrenocorticotrópica por parte de la pituitaria (ACTH). Los niveles altos de
ACTH en sangre avisan a las glándulas adrenales de la necesidad de producir más
cortisol, lo que causa su elevación.
Síntomas del cortisol alto:
El cortisol
alto puede causar una sintomatología diversa, dependiendo del cuadro clínico
subyacente, su gravedad y mucho más. En la siguiente lista, citamos algunos de
los signos clínicos más comunes:
- Aumento de peso, sobre todo alrededor de la
sección media y la parte superior de la espalda.
- Dolor de cabeza.
- Problemas de concentración.
- Acné.
- Piel fina.
- Facilidad para hacerse moretones.
- Enrojecimiento facial.
- Dificultad para cicatrizar heridas.
- Debilidad muscular.
- Fatiga severa.
- Irritabilidad y problemas de concentración.
- Tensión arterial alta.
- Aparición de rayas de color púrpura en
estómago, pechos, caderas y bajo los brazos.
La
exposición a niveles elevados de cortisol en sangre también se ha asociado a
ciertos cuadros psiquiátricos, como depresión y ansiedad. De todas formas, se
requiere más investigación para que estos vínculos se confirmen del todo.
Tratamiento del cortisol alto
Todo cuadro
clínico que cause un aumento de cortisol requiere tratamiento médico. Por ejemplo, si el paciente presenta síndrome de Cushing derivado de un
tumor, la cirugía suele ser la primera opción de abordaje. En caso de que este
no se pueda extraer del todo por su localización delicada o extensión, también
puede ser necesaria la radioterapia. Es posible controlar la producción de
cortisol en las glándulas adrenales con el consumo de ciertos medicamentos
cuando no se puede acabar con el problema de raíz, y el ketoconazol es uno de
los más conocidos.
Si no hay
una causa médica exacta de este cuadro clínico, o como abordaje accesorio ante
un tratamiento ya en curso, se pueden hacer ciertas cosas con el fin de reducir
el estrés en el día a día y así disminuir de forma natural los niveles de
cortisol en sangre. Destacamos:
- Intentar dormir unas 8 horas al día sin
despertares ni distracciones.
- Realizar ejercicio con asiduidad.
- Aprender a limitar el estrés y conductas que
favorezcan estados estresados con terapia psicológica.
- Hacer ejercicios de respiración profunda y
otros métodos de relajación.
- Sacar tiempo para realizar actividades lúdicas
siempre que sea posible.
- Mantener relaciones sanas en todos los
entornos (romántico, familiar, laboral y más).
El cortisol alto puede responder a una enfermedad o, en su
defecto, estar propiciado por estrés, ansiedad y otras emociones negativas del
día a día. Su abordaje depende completamente de la causa subyacente, pero
siempre se requiere atención profesional (ya sea de un médico, un psicólogo o
ambos) para abordarlo. Si te has visto reflejado en estas líneas, no dudes en
comenzar tu proceso diagnóstico.
Fuente: Vivos Lab, laboratorio de análisis.
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