sábado, 1 de noviembre de 2025

Historias tangueras del Buenos Aires de ayer, ¿Quién FUE el CACHAFAZ?

 

Pasó a la historia como el mejor bailarín de tango. Pisó los principales escenarios del país y actuó en París y Nueva York. Fue amigo de Gardel. La muerte lo sorprendió en Mar del Plata, mientras actuaba en un restaurante. Fue el 7 de febrero de 1942, fecha instituida como el "Día Nacional del Bailarín de Tango".



“El Cachafaz” pudo haber muerto mucho antes, en cualquier sitio de aquel universo tanguero donde relumbraban dagas y balazos, pero el destino quiso que fuera en Mar del Plata a las 23.15 del sábado 7 de febrero de 1942 en el patio de un establecimiento de La Perla que ya no existe, que nadie recuerda y que en nada se parecía a los escenarios que conoció en la calle Corrientes, en París o en Nueva York.

Ovidio José Bianquet -así se llamaba- pudo haber muerto, por ejemplo, una noche de 1915 en Balvanera, cuando se batió con un cochero moreno de Barracas apodado “El Rengo Cotongo” en un reducto donde el violinista Francisco Canaro y dos más -bandoneón y piano- tocaban por cuatro pesos.



No hubo en aquel duelo puñales ni bufosos, al menos al principio. “El Cachafaz” y “El Rengo” -quien, según Canaro, encubría al milonguear la cojera de su diestra- se midieron en la pista, pero el triunfo de Bianquet caldeó la atmósfera y los amigos de uno y otro arrancaron a los tiros.

“Las balas -contó Canaro en sus memorias- pegaban en las chapas de hierro que cubrían la baranda del palco y nos tuvimos que echar cuerpo a tierra hasta que amainó el escándalo con la presencia de la policía que arreó con todos a la comisaría”.

Bianquet, vale aclararlo, no usaba revólver. “De un cachetazo los dejaba dormidos. No era buen mozo, era feo como noche oscura… y esa cara picada de viruela… Pero su forma de ser era suave y simpática. Todas se enamoraban de él. Ahora, cuando se enojaba, temblaban todos”. Así lo recordaba Carmencita Calderón, la bailarina que lo acompañó desde 1932 hasta el último tango en Mar del Plata.



El señor Benito

Bianquet nació el 14 de febrero de 1885 en un conventillo que su difusa biografía ubica en Boedo. Allí ganó, siendo niño, el alias de “Cachafaz” – en jerga lunfa, descarado- y un falso nombre, Benito, sobre cuyo origen solo existen versiones indocumentadas.

Con música de organito, “los chicos bailábamos entre nosotros en las veredas de ladrillos. A los 11 años ya era un fenómeno para el tango con corte y barquinazo y los mayores hacían rueda para verme”, contó Bianquet en una entrevista, tres años antes de morir.

“El Cachafaz” ya era renombrado en el circuito milonguero porteño cuando en 1911 venció en un concurso a los mejores bailarines de su época. Desde entonces, brilló en los escenarios de la calle Corrientes, tuvo academias, conoció París y Nueva York, recorrió el país, participó en giras internacionales, apareció en escenas de películas y acuñó la marca que lo perpetúa como el mejor bailarín de todos los tiempos.



Artífice de la estilización del tango, “El Cacha” descubrió un filón cuando se hizo profesor de la aristocracia porteña que deseaba darse dique en París, donde el dos por cuatro hacía furor.

“Les enseñó a los Anchorena y los Roca” -dice Francisco García Jiménez en sus “Estampas tangueras”- y lo “hacía con singular mesura” en aquellos palacetes donde “nadie le decía Cachafaz, sino señor Benito”.

Sus finanzas, sin embargo, flaqueaban al ritmo de una vida dispendiosa y eso explica que figure como coautor del tango “Tras Cartón”. Según el periodista José María Otero, los verdaderos creadores de esa pieza lo sumaron para que se ganara unos mangos y, con idéntico propósito, otros dos amigos de Bianquet lo grabaron en 1929: Francisco Canaro y Carlos Gardel.



El escenario final

“El Cachafaz” murió después de bailar el tango “Don Juan” en “El Rancho Grande”, un restaurante “con anexo hotel familiar frente al mar” que estaba en Salta 281-89, entre French y Beruti, 50 metros al norte de la actual planta de Havanna y 150 al sur del Unzué.

Tal dirección fue borrada del plano marplatense por el ensanche de la avenida costera y hoy miles de autos pasan sobre el sitio donde estuvo, rodeado de baldíos, “El Rancho Grande” con su techo de paja.

Eso sí: el establecimiento tenía teléfono y soporte publicitario en diarios y guías turísticas veraniegas. Su dueño, Juan Cuniberti, contrataba también orquestas típicas para promover reuniones danzantes que se alargaban hasta la madrugada. Gracias a los avisos comerciales, sabemos que el lugar estaba abierto “toda la noche” y ofrecía “gran parrillada” y “platos típicamente criollos” en un “ambiente familiar”.

Bianquet bailó su último tango al compás de una orquesta marplatense, cuyo pianista tenía 18 años y sería un símbolo de la ciudad: Armando Blumetti. Aquel pibe no conocía a “El Cachafaz” y el bandoneonista tuvo que aleccionarlo de apuro. Quizás sea comprensible: reinaba ya la nueva guardia y, con ella, el tango entraba en su década de oro.

El aviso publicitario que anunció la última presentación de Bianquet parece querer rescatarlo de los tiempos que se iban: “El alma del tango de antaño en las piernas brujas del más fiel intérprete de la guardia vieja: el famoso bailarín El Cachafaz actúa nuevamente en el más típico y agradable lugar de esparcimiento. El Rancho Grande”.

Ni un tuteo

“Esa mañana lo vi preocupado. Le pregunté si tenía algún problema y me respondió que no”, diría tiempo después Carmencita Calderón, quien bailó diez años con “El Cachafaz” sin que mediara un tuteo.

Bianquet había tenido como parejas a Emma BovedaElsa O’Connor, quien después echó buenas en el cine, e Isabel San Miguel.

Carmencita Calderón -en realidad, Carmen Micaela Risso de Cancelieri, una maestra de 27 años que había aprendido a bailar el tango con su hermano y solo lo hacía en reuniones familiares- conoció a Bianquet en 1932 en el club “Sin Rumbo” de Villa Urquiza. Inmediatamente, pasó a trabajar en su academia de Lavalle entre Callao y Rodriguez Peña y una semana más tarde debutaron profesionalmente en el teatro San Fernando con la orquesta de Pedro Maffia, convirtiéndose en la pareja más taquillera de su época.

“Muchos creían que andábamos juntos, pero no era así. Don Benito tenía esposa, que era francesa. Siempre fue muy respetuoso y nunca nos tuteamos. Fue el mejor bailarín de tango y, además, un caballero. Con él gané mucho dinero porque ‘El Cacha’ se desvivía por cumplir con sus obligaciones”, sostuvo Carmencita hasta el fin de su vida centenaria.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario