viernes, 16 de noviembre de 2018

Frivolidad y política, desprecios por la ética publica.


Los escándalos políticos gozan de lo efímero. Es una tendencia que va de la mano de una generación que se maneja a través de las redes sociales. Por lo tanto, la indignación dura apenas unos minutos, horas o días, en el mejor de los casos. 


Y queda en el pasado, sin que nada cambie, como si se tratara de temas de discusiones momentáneas y de tratamiento frívolo. De ese modo se va corriendo la vara. Lo que hasta ayer era un hecho de corrupción, ahora no es más que una  decisión justificada por el contexto. 


Lo que iba en contra del comportamiento que se les exige a los funcionarios se convirtió en un mal momento personal que no debería afectar la gestión. Pero, sí. La afecta, y mucho, se pierde credibilidad y respeto. Y queda cada vez más claro que la nueva política tiene los mismos vicios que la  vieja. 


O que, en todo caso, siempre fue la misma, con un desprecio por la ética pública, que se transmite de generación en generación, independientemente de los colores partidarios. 



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