sábado, 3 de julio de 2021

UN POCO de HISTORIA ARGENTINA, ¿Reverenciábamos a HITLER en la década del 30?

 

Cómo nació el nazismo en la Argentina: diputados pagos, cuadros de Hitler en escuelas y un acto en el Luna Park.



En “Argentina. Un siglo de violencia política”, se reconstruye el derrotero del nazismo en el país que comenzó en la década del 30. Empresas que echaban empleados judíos, clubes que propagaban el ideario nazi, atentados contra redacciones y teatros, y un banquete VIP en el Jockey Club. Las confesiones del embajador alemán von Thermann, prisionero de los aliados, tras la caída de Berlín.


El nazismo fue incorporándose a la vida política argentina en la década de 1930. El Grupo Argentino del Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán fue fundado en 1931. En su planta de adherentes había marinos mercantes, artesanos y empleados de ingresos modestos de la comunidad germana, que iniciaron sus reuniones en los barcos del puerto de Buenos Aires. Fueron bien recibidos por el poder estatal. El 25 de Mayo de 1931, la Legión Cívica les hizo un lugar en el desfile de la Revolución de Mayo y el pequeño grupo nazi marchó frente a (el presidente de facto, José Felix) Uriburu con las camisas pardas y la cruz gamada. 



Los nazis y la Legión también participaron en otro acto conjunto en marzo de 1933: atacaron a manifestantes de organizaciones judías que se habían reunido en el Luna Park para denunciar la liquidación del Parlamento y la oposición política en Alemania.

 

Para entonces, la experiencia socialdemócrata de la República de Weimar había terminado y Hitler estaba al frente de la Cancillería, designado por el presidente Paul von Hindenburg. Su irrupción en el poder fue festejada en Buenos Aires con un acto en el Teatro Colón. El representante diplomático alemán pronto fue reemplazado por sus antecedentes judíos. Los nazis locales ya estaban marcando su presencia en las calles porteñas: intentaron tomar por asalto el Colegio Pestalozzi, una de las pocas instituciones antifascistas de la comunidad alemana que criticaba a Hitler. Una obra que satirizaba al Fürher también fue sometida a las prácticas incendiarias de los nazis locales: quemaron las butacas del teatro Cómico.

                          Embajador alemán en Argentina

En diciembre de 1933, la representación alemana en la Argentina fue confiada al barón Edmund von Thermann. Fue acompañado en el barco por el coronel (Juan Bautista) Molina, agregado en Berlín, y una de las amistades políticas locales mejor valoradas de la Alemania nazi. La Legión Cívica recibió a ambos en el puerto. En las primeras recepciones con su comunidad, von Thermann se presentaba con el uniforme de las SS, la formación paramilitar del Tercer Reich.

A la llegada del nuevo representante alemán -quien sería ascendido a rango de embajador tres años después-, las doctrinas de Hitler eran minoritarias en la comunidad germana. Alejados de la militancia nazi local, sus líderes empresarios las recibieron con indiferencia. Von Thermann se ocupó de propagar la cosmovisión del Tercer Reich entre las asociaciones alemanas y el empresariado. 



El punto de apoyo del nacionalsocialismo fue la Asociación Alemana de Empleadores -transformada en el Frente Nacional del Trabajo en 1936-, que reunió afiliados de distintos gremios de empresas de capital germano. En el plano recreativo y cultural, los nazis se congregaban en actividades similares a las del Dopolavoro del fascismo italiano. Organizaban picnics en la playa de Quilmes, expediciones de boy scouts o colonias de vacaciones en el hotel Eden, en La Falda, Córdoba.

Pronto formaron la juventud hitleriana, con campamentos a orillas del río Paraná o en el Tigre.

En pocos años, el nacionalsocialismo se fue infiltrando en las instituciones deportivas y culturales de la comunidad. El club Teutonia de Tigre, el Club Alemán y el Club Hípico Alemán, entre otros, se convirtieron en bases de propagación del ideario nazi.

La Cámara de Comercio Alemana también fue subordinada a las directivas hitlerianas. La embajada promovió argentinos de influencia social y política que simpatizaran con la causa nazi para cederles un lugar en los directorios de las corporaciones alemanas. De este modo, el general Basilio Pertiné fue director de Siemens-Scheckert en forma simultánea a su gestión como intendente de la Capital Federal. (…)

Algunos años después de la llegada del barón von Thermann, el nazismo estaba más desarrollado en el país. En cumplimiento de la determinación del Tercer Reich de excluir a los judíos de la vida económica en Alemania, la embajada había instruido a las empresas germanas locales en la iniciación de una campaña de “desjudaización” de sus plantas de empleados. El proceso fue dificultoso porque los judíos estaban bien integrados en la comunidad empresaria alemana y, además, como el hecho de ser judío no era -per se- una causal de despido en la Argentina -como sí lo era para las leyes alemanas-, las empresas debían indemnizar a los empleados “extraños a la idiosincrasia alemana”.

Hacia 1938, la política de cesantías por motivaciones raciales se aplicó en industrias e instituciones germanas. Los médicos judíos del Hospital Aleman, por ejemplo, fueron despedidos. Pero la orden de “desjudaización” no pudo ser instrumentada en forma irrestricta: hubo casos de gerentes de origen judío que fueron recontratados tras una temporaria cesantía porque los consideraban imprescindibles.

También la embajada intentó que los capitales alemanes compraran la buena voluntad de los diarios argentinos con posiciones críticas a Hitler. Como estas operaciones fueron imposibles de concretar de manera efectiva, ordenaron retirar la publicidad de sus páginas. Esto complicó a muchas empresas que no pudieron promocionar sus productos en los diarios de mayor tirada y, con cierto desagrado, debieron publicar avisos en periódicos nacionalistas y antisemitas de circulación discreta, como Clarinada, Bandera Argentina o El Pampero o en el ultracatólico El Pueblo.

El peor obstáculo para la propaganda del ideario nazi fue el diario Argentinisches Tageblatt, de lectura masiva entre la comunidad alemana. Estaba en guerra con la embajada: fue crítico del nazismo desde el fallido golpe de Estado de Hitler en Munich en 1923. Allí no hubo negociación posible. Von Thermann caraterizó al Taglebatt como “judeo-comunista” -al servicio de Londres, de Washington y de Moscú-, y varias veces elevó su queja a la Cancillería argentina por artículos en que se calificaba a los dirigentes nazis de “mentirosos”, de “pornógrafos” o de “asesinos”.

La embajada alemana inició cinco procesos penales por “injurias” contra el Tageblatt -y uno contra el diario Crítica- que al cabo de unos años fueron desestimados por la Justicia argentina. Los nazis locales, que se consideraban ofendidos, intentaron reprenderlos y arrojaron bombas incendiarias a la redacción y atacaron a directores y periodistas en la calle. El Tageblatt fue prohibido en Alemania.

Fuente: infobae 

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