Cómo nació el nazismo en la
Argentina: diputados pagos, cuadros de Hitler en escuelas y un acto en el Luna
Park.
En “Argentina. Un siglo de violencia política”, se reconstruye el derrotero del nazismo en el país que comenzó en la década del 30. Empresas que echaban empleados judíos, clubes que propagaban el ideario nazi, atentados contra redacciones y teatros, y un banquete VIP en el Jockey Club. Las confesiones del embajador alemán von Thermann, prisionero de los aliados, tras la caída de Berlín.
El nazismo fue incorporándose a la vida política argentina en la década de 1930. El Grupo Argentino del Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán fue fundado en 1931. En su planta de adherentes había marinos mercantes, artesanos y empleados de ingresos modestos de la comunidad germana, que iniciaron sus reuniones en los barcos del puerto de Buenos Aires. Fueron bien recibidos por el poder estatal. El 25 de Mayo de 1931, la Legión Cívica les hizo un lugar en el desfile de la Revolución de Mayo y el pequeño grupo nazi marchó frente a (el presidente de facto, José Felix) Uriburu con las camisas pardas y la cruz gamada.
Los nazis y la Legión también participaron en otro acto
conjunto en marzo de 1933: atacaron a manifestantes de
organizaciones judías que se habían reunido en el Luna Park para
denunciar la liquidación del Parlamento y la oposición política en Alemania.
Para entonces, la experiencia socialdemócrata de
la República de Weimar había terminado y Hitler
estaba al frente de la Cancillería, designado por el presidente Paul von
Hindenburg. Su irrupción en el poder
fue festejada en Buenos Aires con un acto en el Teatro Colón. El
representante diplomático alemán pronto fue reemplazado por sus antecedentes
judíos. Los nazis locales ya estaban
marcando su presencia en las calles porteñas: intentaron tomar por asalto el Colegio
Pestalozzi, una de las pocas instituciones antifascistas de la comunidad
alemana que criticaba a Hitler. Una obra que satirizaba al Fürher también fue sometida a las prácticas incendiarias de los nazis
locales: quemaron las butacas del teatro
Cómico.
Embajador alemán en Argentina
En diciembre de 1933, la representación
alemana en la Argentina fue confiada al barón Edmund von Thermann. Fue
acompañado en el barco por el coronel (Juan Bautista) Molina, agregado en
Berlín, y una de las amistades políticas locales mejor valoradas de la
Alemania nazi. La Legión Cívica recibió a ambos en el puerto. En las
primeras recepciones con su comunidad, von
Thermann se presentaba con el uniforme de las SS, la formación paramilitar
del Tercer Reich.
A la llegada del nuevo representante alemán -quien sería ascendido a rango de embajador tres años después-, las doctrinas de Hitler eran minoritarias en la comunidad germana. Alejados de la militancia nazi local, sus líderes empresarios las recibieron con indiferencia. Von Thermann se ocupó de propagar la cosmovisión del Tercer Reich entre las asociaciones alemanas y el empresariado.
El punto de apoyo del nacionalsocialismo fue la Asociación
Alemana de Empleadores -transformada en el Frente Nacional del Trabajo
en 1936-, que reunió afiliados de distintos gremios de empresas de capital
germano. En el plano recreativo y cultural, los nazis se congregaban en
actividades similares a las del Dopolavoro del fascismo italiano. Organizaban picnics en la playa de Quilmes,
expediciones de boy scouts o colonias de vacaciones en el hotel Eden, en La
Falda, Córdoba.
Pronto formaron
la juventud hitleriana, con campamentos a orillas del río Paraná o en el
Tigre.
En pocos años, el nacionalsocialismo se fue
infiltrando en las instituciones deportivas y culturales de la comunidad. El club Teutonia de Tigre, el Club Alemán y el
Club Hípico Alemán, entre otros, se convirtieron en bases de propagación del
ideario nazi.
La Cámara de Comercio Alemana también fue
subordinada a las directivas hitlerianas. La
embajada promovió argentinos de influencia social y política que simpatizaran
con la causa nazi para cederles un lugar en los directorios de las
corporaciones alemanas. De este modo, el
general Basilio Pertiné fue director de Siemens-Scheckert en forma
simultánea a su gestión como intendente de la Capital Federal. (…)
Algunos años después de la llegada del barón von
Thermann, el nazismo estaba más desarrollado en el país. En cumplimiento de la
determinación del Tercer Reich de excluir a los judíos de la vida económica en
Alemania, la
embajada había instruido a las empresas germanas locales en la iniciación de
una campaña de “desjudaización” de sus plantas de empleados. El proceso fue
dificultoso porque los judíos estaban bien integrados en la comunidad
empresaria alemana y, además, como el hecho de ser judío no era -per se- una
causal de despido en la Argentina -como sí lo era para las leyes alemanas-, las
empresas debían indemnizar a los empleados “extraños a la idiosincrasia
alemana”.
Hacia 1938, la política de cesantías por
motivaciones raciales se aplicó en industrias e instituciones germanas. Los médicos judíos del Hospital Aleman, por
ejemplo, fueron despedidos. Pero la orden de “desjudaización” no pudo
ser instrumentada en forma irrestricta: hubo casos de gerentes de origen judío
que fueron recontratados tras una temporaria cesantía porque los consideraban
imprescindibles.
También la
embajada intentó que los capitales alemanes compraran la buena voluntad de los
diarios argentinos con posiciones críticas a Hitler. Como estas
operaciones fueron imposibles de concretar de manera efectiva, ordenaron retirar la publicidad de sus
páginas. Esto complicó a muchas empresas que no pudieron promocionar
sus productos en los diarios de mayor tirada y, con cierto desagrado, debieron
publicar avisos en periódicos nacionalistas y antisemitas de circulación
discreta, como Clarinada, Bandera Argentina o El Pampero o en el ultracatólico
El Pueblo.
El peor obstáculo para la propaganda del ideario
nazi fue el diario Argentinisches
Tageblatt, de lectura masiva entre la comunidad alemana. Estaba en guerra
con la embajada: fue crítico del nazismo
desde el fallido golpe de Estado de Hitler en Munich en 1923. Allí no
hubo negociación posible. Von Thermann caraterizó al Taglebatt como
“judeo-comunista” -al servicio de Londres, de Washington y de Moscú-, y varias
veces elevó su queja a la Cancillería argentina por artículos
en que se calificaba a los dirigentes nazis de “mentirosos”, de “pornógrafos” o
de “asesinos”.
La embajada alemana inició cinco procesos penales
por “injurias” contra el Tageblatt -y uno contra el diario Crítica- que al cabo
de unos años fueron desestimados por la Justicia argentina. Los nazis locales,
que se consideraban ofendidos, intentaron reprenderlos y arrojaron bombas
incendiarias a la redacción y atacaron a directores y periodistas en la calle. El Tageblatt fue prohibido en Alemania.
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