El Magazín de Merlo hoy recuerda con el respeto que se merece a Don Atahualpa en el día de su cumpleaños.
Nació este prócer del folclore argentino en el pueblo de Francisco Madero, partido de Pergamino, el 31 de enero de 1908. Su verdadero nombre fue Héctor Roberto Chavero, pero en su adolescencia adoptaría el seudónimo que lo acompañaría para siempre, “Atahualpa Yupanqui”, en honor a los últimos gobernantes incaicos. Entre sus antepasados se encuentran indios, criollos y vascos, sus familiares provenían de Santiago del Estero, de San Luis, de Alta Gracia, por parte de madre apellido Haram, por parte de padre, Chavero, mitad quechua, mitad vasco.
A los 18 años comienza a recorrer el país mostrado sus dotes artísticas, desde 1934 y llegado de su exilio en Uruguay vivió alternativamente en Tucumán, Santiago del Estero, Salta, Catamarca y Jujuy. Fue cantante, cantautor, guitarrista y compositor.
Entre 1946 y 1949, luego de que viera la luz su primer libro “Piedra Sola”, sufrió la cárcel y la censura. Sus canciones revelaban un claro compromiso con la realidad sociopolítica, entre ellas podemos citar, Viene Clareando, El Arriero, Zamba del Grillo, La Añera, La Pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del Indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna tucumana, Los ejes de mi carreta, Tu que puedes vuélvete, Cachilo dormido, Las preguntitas, Sin caballo en Montiel, etc, recordemos que Don Ata, compuso unas 1500 canciones.
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Monumento a Atahualpa Yupanqui en
Francisco Madero, su pueblo natal. |
Sus libros hoy son de análisis y consulta literaria en universidades, entre ellos, Piedra sola, Aires indios, Guitarra, El canto del viento, El payador perseguido y La capataza.
Sus canciones fueron cantadas entre otros por Horacio Guarani, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarrosa, Jose Larralde, Mercedes Sosa y un sin fin de interpretes de distintas partes del mundo.
Mucha historias se podrirán contar de Don Atahualpa Yupanqui, yo elegí aquella que relata que sus manos fueron perversamente dañadas a culatazos de carabina por un grupo militar, allí nacerían las “Coplas del payador perseguido” en respuesta a dicha agresión, una de sus estrofas dice:
Y aunque que me quiten la vida
o engrillen mi libertad,
o aunque chamusquen quizás
mi guitarra en los fogones,
han de vivir mis canciones
en el alma de los demás.