martes, 3 de agosto de 2021

El Vaticano advierte contra la tentación de una fe idolátrica y “milagrera”

 

El Papa Francisco advirtió contra la tentación de una fe idolátrica, una fe que se quede en lo superficial, una fe ‘milagrera’, es decir, que sólo busca el milagro, una fe mágica, una fe inmadura puesta en las necesidades humanas y no en Dios.



Durante el rezo del Ángelus dominical este 1 de agosto, el Pontífice reflexionó sobre la reacción de la multitud que seguía a Jesús tras el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Jesús se sube a una barca para dirigirse hacia Cafarnaúm y la gente lo sigue también desde unas embarcaciones.

El Pontífice explicó que esta escena podría parecer que está sucediendo algo bueno, pues la gente se pone en movimiento para buscar a Jesús. “Sin embargo, el Evangelio nos enseña que no basta con buscar a Dios, es necesario preguntarse también el motivo por el que se le busca”, subrayó el Papa.

De hecho, “Jesús dice: ‘Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado’”.

“La gente, efectivamente, había asistido al milagro de la multiplicación de los panes, pero no había captado el significado de aquel gesto: se había quedado en el milagro externo, se había quedado en el pan material. Sólo ahí, sin ir más allá, hacia el significado de esto”, afirmó Francisco.

Por ello, el Papa invitó a hacerse una serie de preguntas: “¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué busco yo al Señor? ¿Cuáles son las motivaciones de mi fe, de nuestra fe?”.

“Necesitamos discernirlo porque entre las muchas tentaciones, que tenemos en la vida, hay una que podríamos llamar la tentación idolátrica”, insistió.

Esa tentación idolátrica “es la que nos impulsa a buscar a Dios para nuestro uso y consumo, para resolver los problemas, para tener gracias a Él lo que no podemos conseguir por nosotros mismos”.

Es decir, “por interés. Pero de este modo, la fe se queda en lo superficial, y también, me permito la palabra, la fe se queda ‘milagrera’: buscamos a Dios para que nos alimente y luego nos olvidamos de Él cuando estamos satisfechos”.

“En el centro de esta fe inmadura no está Dios, sino nuestras necesidades, nuestros intereses y tantas cosas”.

El Santo Padre reconoció que “es justo presentar nuestras necesidades al corazón de Dios, pero el Señor, que actúa mucho más allá de nuestras expectativas, desea vivir con nosotros ante todo en una relación de amor, y el verdadero amor es desinteresado, es gratuito: ¡no se ama para recibir un favor a cambio! Eso es interés, y muchas veces en la vida somos unos interesados”.

“Nos puede ayudar una segunda pregunta que la multitud dirige a Jesús: ‘¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?’. Es como si la gente, provocada por Jesús, dijera: ‘¿Cómo podemos purificar nuestra búsqueda de Dios? ¿Cómo pasar de una fe mágica, que sólo piensa en las propias necesidades, a la fe que agrada a Dios?’”.

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