El Papa
Francisco advirtió contra la tentación de una fe idolátrica, una fe que se
quede en lo superficial, una fe ‘milagrera’, es decir, que sólo busca el
milagro, una fe mágica, una fe inmadura puesta en las necesidades humanas y no
en Dios.
Durante el rezo del Ángelus
dominical este 1 de agosto, el Pontífice reflexionó sobre la reacción de la
multitud que seguía a Jesús tras el milagro de la multiplicación de los panes y
los peces.
Jesús se sube a una barca
para dirigirse hacia Cafarnaúm y la gente lo sigue también desde unas
embarcaciones.
El Pontífice explicó que
esta escena podría parecer que está sucediendo algo bueno, pues la gente se
pone en movimiento para buscar a Jesús. “Sin embargo, el Evangelio nos enseña
que no basta con buscar a Dios, es necesario preguntarse también el motivo por
el que se le busca”, subrayó el Papa.
De hecho, “Jesús dice:
‘Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido
de los panes y os habéis saciado’”.
“La
gente, efectivamente, había asistido al milagro de la multiplicación de los
panes, pero no había captado el significado de aquel gesto: se había quedado en
el milagro externo, se había quedado en el pan material. Sólo ahí, sin ir más
allá, hacia el significado de esto”, afirmó Francisco.
Por ello, el Papa invitó a
hacerse una serie de preguntas: “¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué busco yo
al Señor? ¿Cuáles son las motivaciones de mi fe, de nuestra fe?”.
“Necesitamos discernirlo
porque entre las muchas tentaciones, que tenemos en la vida, hay una que
podríamos llamar la tentación idolátrica”, insistió.
Esa tentación idolátrica
“es la que nos impulsa a buscar a Dios para nuestro uso y consumo, para
resolver los problemas, para tener gracias a Él lo que no podemos conseguir por
nosotros mismos”.
Es decir, “por interés.
Pero de este modo, la fe se queda en lo superficial, y también, me permito la
palabra, la fe se queda ‘milagrera’: buscamos a Dios para que nos alimente y
luego nos olvidamos de Él cuando estamos satisfechos”.
“En el centro de esta fe
inmadura no está Dios, sino nuestras necesidades, nuestros intereses y tantas
cosas”.
El Santo Padre reconoció
que “es justo presentar nuestras necesidades al corazón de Dios, pero el Señor,
que actúa mucho más allá de nuestras expectativas, desea vivir con nosotros
ante todo en una relación de amor, y el verdadero amor es desinteresado, es
gratuito: ¡no se ama para recibir un favor a cambio! Eso es interés, y muchas
veces en la vida somos unos interesados”.
“Nos puede ayudar una
segunda pregunta que la multitud dirige a Jesús: ‘¿Qué hemos de hacer para
obrar las obras de Dios?’. Es como si la gente, provocada por Jesús, dijera:
‘¿Cómo podemos purificar nuestra búsqueda de Dios? ¿Cómo pasar de una fe
mágica, que sólo piensa en las propias necesidades, a la fe que agrada a
Dios?’”.
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