El cerebro
es un órgano que, al igual que el resto de nuestro cuerpo, envejece con el paso
de los años. Si todos deseamos mantenernos más jóvenes no es solo porque
nos disgusten las arrugas, sino también para evitar las múltiples enfermedades
relacionadas con el envejecimiento.
Las
previsiones indican que en el año 2050 un 25% de la población europea tendrá
más de 65 años y el número de personas con más de 80 años se va a triplicar.
Pero ¿existe una fuente de la juventud para nuestro
cerebro?
Aunque posiblemente nada nos haga retroceder en el tiempo, podemos intentar
envejecer de manera saludable y reducir el efecto que tiene el paso de los años.
¿Qué es el envejecimiento?
El
envejecimiento podría definirse como el conjunto de cambios que ocurren con la edad
y provocan una disminución de nuestras capacidades fisiológicas, motoras y
cognitivas.
El primario es gradual e inevitable y se produce a lo largo de nuestra vida. El
secundario o prematuro viene desencadenado por el padecimiento de ciertas
enfermedades o el abuso de sustancias, y se puede prevenir.
La edad
cronológica (la del certificado de nacimiento) indica el tiempo que ha
transcurrido desde nuestro nacimiento.
Sin
embargo, existe también la edad fisiológica, que depende de la condición de
nuestro organismo y puede ser menor a la cronológica (si nos cuidamos) o mayor
(si tenemos malos hábitos).
El
envejecimiento del cerebro
Con la edad, el tamaño del cerebro disminuye, perdemos neuronas y se altera la
producción de hormonas y neurotransmisores.
Sin embargo, el cambio más importante que se produce es la pérdida de muchas de
las conexiones entre las neuronas, unas células de larga vida que no se dividen
y, por lo tanto, difícilmente se regeneran.
Otra consecuencia del envejecimiento cerebral es la acumulación de proteínas en
forma de agregados que tienden a depositarse tanto dentro como fuera de las
neuronas.
Esto puede desencadenar el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas
relacionadas con la edad, como la enfermedad de Alzheimer o el párkinson.
Conviene aclarar que lo que comúnmente se denomina como demencia senil es un
término obsoleto. El envejecimiento no implica necesariamente la aparición de
una demencia o pérdida importante de memoria.
Si existe una pérdida significativa de la capacidad de memoria y aprendizaje,
estaría relacionada con una enfermedad específica y no con el envejecimiento
normal del cerebro.
Medidas para frenar el envejecimiento
La dieta es esencial para envejecer de forma saludable.
La más recomendada es la mediterránea, que brevemente implica un bajo consumo
de carnes y aves de corral, un consumo de bajo a moderado de lácteos, una
cantidad moderada de alcohol (vino) y grasas (aceite de oliva), y una alta
ingesta de verduras, legumbres, frutas, cereales y pescado.
Se ha comprobado que la dieta mediterránea reduce el riesgo de padecer fallos
cognitivos y enfermedades como el alzhéimer.
Además, la restricción calórica o limitación de las calorías que ingerimos
puede ayudar a retrasar el envejecimiento.
Además de cuidar lo que comemos, es recomendable dormir ocho horas al día.
El mantenimiento de un buen ciclo vigilia-sueño es esencial para muchas
funciones cerebrales, por ejemplo para la eliminación de las toxinas del
cerebro que se han acumulado durante el día.
Mientras dormimos, el espacio que existe entre las neuronas aumenta,
facilitando su limpieza y buen funcionamiento. Por lo tanto, mantener un sueño
reparador favorece un envejecimiento más saludable.
El ejercicio regular y la actividad física son claves para disminuir los
efectos del envejecimiento.
Estudios clínicos indican que el entrenamiento físico con intensidad moderada
juega un papel neuroprotector, ralentizando la disminución del volumen del
cerebro y mejorando su funcionamiento.
Concretamente, el ejercicio aeróbico mejora la función cognitiva, no sólo
durante el envejecimiento sino también en personas que sufren enfermedades
neurodegenerativas.
Por otra parte, se ha comprobado que aquellas personas que poseen un nivel
educativo más alto o que mantienen una cierta actividad intelectual -leer,
estudiar o adquirir nuevas habilidades- tienen una menor predisposición a
desarrollar demencia.
La base de esta neuroprotección está asociada a la formación de nuevas
conexiones entre las neuronas.
Otros hábitos saludables también pueden ayudarnos a evitar los efectos del
envejecimiento prematuro.
Sin ir más lejos, mientras que una ingesta abundante de alcohol corre el riesgo
de inducir fallos cognitivos, otras bebidas alcohólicas pueden ser beneficiosas
para mantener una buena salud mental .
El vino, por ejemplo, tiene un alto contenido en polifenoles, que tienen acción
antinflamatoria y antioxidante.
Definitivamente, el tabaco es un hábito que se debe evitar, ya que se ha
relacionado con la aceleración del envejecimiento y la aparición de problemas
cognitivos y demencia.
Tampoco hay que perder de vista los factores de riesgos relacionados con
enfermedades crónicas altamente prevalentes en personas de avanzada edad.
El mantenimiento de la actividad e integridad del cerebro dependen, en buena
parte, de los vasos sanguíneos que mantienen una buena irrigación.
La hipertensión, la aterosclerosis y los niveles elevados de colesterol
incrementan las posibilidades de desarrollar fallos cognitivos, ictus y demencia.
A esto se suma que la diabetes y la obesidad afectan al metabolismo de la
glucosa y generan resistencia a la insulina.
Ambas alteraciones podrían provocar daños crónicos a las neuronas y acelerar el
envejecimiento cerebral.
Los trastornos del estado de ánimo tampoco ayudan.
La depresión es un desorden emocional muy común en personas mayores y es
producida por un desequilibrio en los neurotransmisores, que son las moléculas
que usan las neuronas para comunicarse.
Este desajuste podría traducirse en un mal funcionamiento del cerebro a largo
plazo, lo que aceleraría el envejecimiento cerebral.
En síntesis, la clave para mantener un cerebro sano y joven es la misma que
para el resto del organismo.
Es decir, hay que mantener una dieta sana, dormir las horas suficientes, evitar
el consumo en exceso de alcohol, huir del tabaco y el estrés, realizar
ejercicio moderado, y evitar el desarrollo de otras enfermedades o, al menos,
mantenerlas bajo control.
Por Inés Moreno González (The Conversation). Profesora e Investigadora Ramón y
Cajal en Enfermedades Neurodegenerativas, CIBERNED, IBIMA, Universidad de
Málaga.
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