lunes, 29 de enero de 2024

ARGENTINA: Julia Carreras, la científica que hace posible la expansión del garbanzo en el país.

 

Cordobesa de pura cepa, se crió en un pequeño tambo familiar. Estudió agronomía y allí, haciendo prácticas para pagarse la beca, conoció y se enamoró del garbanzo. Está jubilada, pero es una referente ineludible en materia de un cultivo tan noble al paladar y bueno para la salud como poco consumido en Argentina: el garbanzo.



Julia Carreras nació y se crió en Dean Funes, el norte cordobés. Perdió a su padre cuando tenía apenas 9 años y su madre pudo mantenerla a ella y a sus hermanos con lo que le daba el campo. No sin esfuerzo, pero sí con muchos valores.  Cuando era chiquita tenían un tambo familiar y Julia recuerda que se levantaba con sus hermanos para ayudar en el ordeñe y después irse al colegio. Del mejoramiento genético se enamoró cuando apenas tenía 19 años y cursaba segundo año de la carrera de Ingeniería Agronómica en la Universidad Nacional de Córdoba. 

Es científica, agrónoma, Magister en Ciencias Agropecuarias y Doctora en Biociencias y Ciencias Agroalimentarias. Además es una de las editoras del libro “El cultivo de Garbanzo en Argentina”. Y aún despunta el vicio en la docencia como profesora Asociada en Mejoramiento Genético Vegetal en la Facultad que la vio crecer.



Es la nueva protagonista de la serie de podcasts ELLAS, y su historia se puede conocer a continuación.

– ¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde creciste? ¿En qué contexto familiar te criaste?
– Soy la mayor de cuatro hermanos, tres mujeres y un varón. Nacimos en la zona rural cercana a Dean Funes, a 15 kilómetros de ahí (norte de la provincia de Córdoba). Perdimos a mi papá cuando yo tenía 9 años. Mamá continuó criándonos, tuvo que hacerlo sola, con lo que el campo produce. Un campo chico, 100 hectáreas.



 Si algo nos transmitió fue el amor a la tierra y que desde un lugar pequeño, mediano o grande se puede alimentar una familia y desarrollarse y cumplir su sueño. Hoy, transcurrido el tiempo, si miro para atrás, no te sabría decir si ayuda tener menos para aprender como lo hicimos nosotros. Incluso, la falta de un padre. Es muy fuerte. Porque una mujer tiene que hacer las dos funciones. 

– ¿Qué viste en tu madre? ¿Qué es para vos ella?
– El ejemplo de mi madre me ayuda siempre. Su tesón, capacidad de trabajo, su visión. Nunca la vi bajar los brazos. Eso es fuerte. Uno puede quejarse que le faltó el padre, pero mi madre dio todo. Ella apostó todo a la educación. 

– Si cerrás los ojos y te dejás llevar por sensaciones de esa época. ¿Qué te acordás?
– Todo lo que sea lácteo me lleva a esa época. El rótulo de tambo le quedaba grande a lo que teníamos nosotros. Eran 10-20 vacas y no eran holando argentina… Todo lo que esté relacionado con la leche me transporta a esa época. Soy un ternero andante. Es decir, te pido un café con leche pero es 80% de leche y 20 de café. El café es para que haga color nomás… el queso, la cuajada, la manteca, que la he ido dejando un poco, pero me encanta. De niño se graban muchas cosas que se quedan en el inconsciente que es la tierra húmeda, la tierra seca, salir detrás de la lluvia. 

– ¿Más recuerdos de aquella vida rural?
– Lo que tiene la vida de campo es la apertura de la mente. Los sonidos de los pájaros, el viento, si oscurece y viene la tormenta. El contexto con la naturaleza te alerta sobre lo que se viene. El caballo a la mañana es una cosa y después de la escuela es otro. Todos los sentidos se ponen en alerta.

 Llegó el momento de decidir qué estudiar y optaste por agronomía. ¿Por qué?
– El primario lo hicimos a 5 kilómetros de la casa y lo hacíamos a caballo, caminando o en bici. Después la secundaria a 15 kilómetros, al principio estaba en la casa de una tía, después mi madre pudo pasar del sulky a un auto y en tercer año, mediados de los 60s, nos llevan a un viaje de estudio, o algo parecido. Nos llevaron a Río Tercero a la planta de Atanor y a la vuelta a la Estación Experimental de INTA Manfredi, recién inaugurada. Cuando vi lo que era Manfredi, me acuerdo como si fuera hoy, quedé impresionada. El campo en otra dimensión. Y estaba en tercer año de la secundaria recién. 

– ¿Cómo tomaste la decisión final?
– Cuando estábamos terminando el secundario, la escuela nos armaba charlas con profesionales, fueron pasando médicos, abogados, bioquímicos, enfermeros, lo clásico. No me atraía ninguna. Y la guía universitaria para ir leyendo. Cuando vino a hablar el agrónomo, recién recibido, me acordé de lo que había sentido en tercer año cuando visité Manfredi. El tema era que pudiera costear los estudios en Córdoba. 

– ¿Tuviste que trabajar?
– Primer año no. Después obtuve una beca universitaria. Pero sí, tuve que trabajar porque la beca te exigía trabajar en el lugar donde estabas estudiando, colaborar. Entonces el decano me asignó a trabajar con un mejorador de garbanzo y ahí empecé, midiendo vainas de garbanzo, contando semillas… 

– La primera cita con el garbanzo…
– Claro, a los 19 años. Y de ahí para adelante. 

– ¿Qué te enamoró del garbanzo?
– Era un cultivo importante en Cruz del Eje, como economía regional, pero estaba en crisis. Pero lo que me gustó era que había mucho por hacer. Introducción de materiales de distintos lugares del mundo, bibliografía para leer, probar y aprender. Leer es importantísimo. Te hace viajar por el mundo. Yo conozco la India por bibliografía, también Canadá la conocí por textos. Después tuve la posibilidad de conocer Canadá y comprobar que era tal cual decían los autores en sus trabajos. 

– ¿Qué falta para que el garbanzo tenga más protagonismo en Argentina?
– ¿Vos viste cómo entro la soja? No es un cultivo nativo de aquí. Pero fue introducida, con un apoyo fuerte de empresas e instituciones de Estados Unidos. En el caso del garbanzo, que tampoco es originario de aquí, y por ende es más difícil desarrollarlo. ¿Qué le faltaría al garbanzo? Desde la alimentación es muy completo, pero nos falta dar a conocer con vehemencia, contando la verdad de lo bueno que es el garbanzo para el ser humano. Las legumbres en general, con los cereales, con alimentos muy completos, básicos de la humanidad. Para que Argentina le de una vuelta necesitás una fuerte política de información y contarle a la gente qué cosas se pueden cocinar y hacer con garbanzo. Los programas de cocina y las ferias demostrativas ayudan muchísimo. 

Se exporta casi todo, no?
– El 95% o más se va afuera. A 50 destinos. Es una pena, porque lo tenemos y no lo aprovechamos. Sí se come cuando estamos en crisis, ahí todo el mundo empieza a comer legumbres. 

– Sos docente, ¿Qué ves en los jóvenes? Lo que viene…
– Confío en ellos. Son el motor. Toda la vida trabajé con estudiantes, universitarios y secundarios. Tienen fuerza y van para adelante. Son un motor limpio. Y están con las antenas en alerta para ver lo que le estás transmitiendo. 

– ¿Qué te gusta hoy de lo que hacés? De tu día a día…
– La naturaleza. Ese contacto es impagable. Tomar un mate afuera, ver un rosal que está floreciendo, si llovió ver cómo la planta cambia de color. Los olores. Tengo un patio chico pero tengo plantineras, hago lechugas, acelgas. La naturaleza es impresionante lo que te motiva. Ni hablar cuando estamos en el campo. Hay que aclarar que son campos de productores y a ellos les estoy muy agradecida también, porque los proyectos que hacemos nosotros tienen socios, y uno de esos socios son los productores.  

 

 

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