martes, 6 de agosto de 2024

NOS HACÍAN CREER CUALQUIER CUENTO: En el siglo XVI se creía que el café era una BEBIDA CREADA POR el DIABLO. Así que el Papa Clemente VIII decidió "bautizarlo"

 

La pregunta estaba clara para los cristianos de 1600: ¿Podía disfrutarse de aquel oscuro brebaje asociado al mundo musulmán sin la condenación del alma?

¿Nos acercaba cada sorbito a las puertas del infierno? ¿Era el café una trampa espiritual, una bebida de inspiración demoníaca creada para condenación de las almas cristianas?



La cosa era tan seria que hasta el Papa tuvo que pronunciarse.

Esa oscura bebida árabe. La del café es una historia a la altura de las mejores sagas, repleta de mitos y leyendas, pero suele apuntarse que su origen tiene una fecha y lugar concretos: Kaffa, Etiopía, en el siglo IX. Allí vivía hacia el 850 d.C. Kaldi, un pastor que un buen día se percató de que sus cabras parecían más animadas después de comer las bayas de un arbusto. Del resto de la historia os hablábamos en otro post hace varias semanas: Kaldi se decidió a probar aquellas bayas y compartió su hallazgo con un imán que pensó que el líquido resultante era un remedio genial para que sus fieles no se quedasen dormidos durante los rezos.



Con el paso del tiempo las plantas que tanto gustaban a las cabras de Kaldi se expandieron hacia el sur de Arabia y ya durante el XVI y XVII sus granos llegaron a Europa, si bien la historia tiene más matices y es algo más compleja. Se cuenta que los musulmanes asentados aquí, en la Península Ibérica, consumían mucho antes un brebaje llamado brunchum, una variedad de choava, bebida que se elaboraba con "ciertas simientes negras". Fuera así o no, el caso es que en el XVI la Europa cristiana veía cómo se abría paso aquel nuevo, oscuro y sobre todo estimulante líquido procedente de las lejanas tierras de los seguidores de Mahoma.



Agrio, excitante… ¿Y de fiar? Que el café procediese precisamente de allí, del otro lado del Mediterráneo, de tierras "infieles", no era una cuestión menor en el siglo XVI. La pregunta era obvia, al menos para muchos europeos que empezaban a tener acceso al café o verlo en las mesas de quienes podían pagarlo: ¿Era de fiar aquella bebida tan popular entre los musulmanes, con quienes los católicos habían guerreado durante siglos y protagonizado encarnizadas batallas en Tierra Santa?



La web de información religiosa Aleteia desliza que hubo quien se refería al café como "la bebida de Satanás". Otros lo apodaban "vino árabe". Apodos al margen, lo cierto es que su consumo despertó recelo entre los cristianos más devotos. Tantos y tan sonoros que la mismísima Iglesia de Roma decidió tomar cartas en el asunto.

"Con el tiempo, el café llegó a la Europa cristiana y pronto comenzó a surgir un acalorado debate. Hubo quienes en la Iglesia sintieron que, debido a los orígenes y la historia de la bebida, los cristianos nunca deberían beber café", señala el prelado Ronald William Gainer en un artículo que dedicó en agosto de 2020 al café y que aún aparece recogido en la web oficial de la Diócesis de Harrisburg. Así las cosas, el agrio debate sobre las implicaciones espirituales de darse a la bebida del aún más agrio brebaje acabó llegando a las altas esferas de la Iglesia, incluido el Papa.

 

 

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