Cuando en 1571 Jerónimo Luis de
Cabrera, el fundador de Córdoba, llegó al norte de la provincia y los vio por
primera vez, su sorpresa fue tremenda. Es que los indios que encontró en la
región al norte de la ciudad tenían menos aspecto de indios que él y que sus
propios hombres, españoles de la más pura cepa.
Por eso,
en sus escritos los describió como altos, con espesa barba, de cutis claro y
con ojos verdes en algunos casos. Corpulentos, con rasgos europeos, construían
las casas semienterradas, como las que se construyen en las regiones más frías
de Europa. O como las que dejaron los vikingos en la costa de Canadá, en Anse
aux Meadows, cuando descubrieron América y se asentaron por un tiempo en
aldeas, cerca del año 1000, quinientos años antes que Colón.
Además,
practicaban el baño sauna, en cabañas donde se sometían a largos baños de vapor
para purificarse. Los españoles los llamaron comechingones. Según el famoso
arqueólogo, el coronel Aníbal Montes, suegro del más célebre de los
antropólogos argentinos, Rex González, comechingones quería decir “pueblo de
las sierras”.
Se asimilaron con facilidad a los
españoles por una cuestión muy simple: los hijos que daban con sus mujeres eran
más blancos y parecían más europeos que sus mismos padres hispanos. Todavía sus
descendientes, de apellido Tulián, comentan que algunos de sus parientes
actuales o de sus antepasados suelen o solían ser muy altos y más parecidos a
los inmigrantes alemanes o italianos que llegaron más tarde que a otros
aborígenes como los sanavirones, que vivían más al este.
Hay
evidencias de que los vikingos llegaron a México, Brasil, Bolivia y Paraguay ya
que sus barcos, sus drakkars, podían navegar en ríos de hasta un metro de
profundidad. Como el Río Tercero, que se comunica con el Carcarañá, luego con
el Paraná y por el Rio de la Plata finalmente sale al mar.
En el
Cerro Colorado, 160 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba, estuvo uno de
sus mayores asentamientos. Allí se ven pinturas en las rocas donde se
distinguen guerreros con yelmos metálicos, escudos de cuero y muchos otros
dibujos que crearon los únicos aborígenes argentinos que conocían y trabajaban
el hierro.
Misterio sobre leyenda, Cerro
Colorado, la Ciudad Perdida de los Indios Blancos en Argentina, está todavía
esperando algún arqueólogo de mente abierta o de imaginación desbordada que
resuelva este misterio increíble, que deberá develarse alguna vez.
Fuentes: El rey
vikingo del Paraguay (Jacques De Mahieu), Historia Argentina Indígena (Rex
González), Vikingos en Paraguay-La aldea vikinga en la Cuenca del Plata
(Vicente Pestilli) e Indígenas y conquistadores de Córdoba (Aníbal Montes)
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