**El saber nos hará libres-
Su nombre
y su figura han trascendido el campo del Derecho para convertirse en una de las
fuentes de consulta más confiables del país, una referencia ineludible para los
medios y la sociedad argentina cuando el debate público gira en torno a los
temas fundamentales de la ley y la Justicia. Sus opiniones, íntegras,
comprometidas y apasionadas, han obrado como un estandarte en defensa de los valores de la
libertad, la república y la división de poderes a lo largo
de su trayectoria.
Por
eso, nada lo halaga más que el reconocimiento expresado en ese sentido. Por
ejemplo, en una dedicatoria escrita por el diputado Fernando Iglesias, donde el
político, resumiendo la devoción del jurista, acuñó una frase que éste elige
como el epítome para definir su vida: “Daniel Sabsay, la reencarnación viviente de la
Constitución argentina”. Es que no en vano ha forjado su
autoridad en tan prestigiosa materia como profesor titular de Derecho
Constitucional, director de la carrera de posgrado en esa misma rama del
Derecho y presidente de la asociación argentina de Derecho Constitucional.
¿Qué
cualidad es indispensable para abrazar esa disciplina? El
amor por “la educación, los libros y la academia”, responde; la
vocación por lo justo y un espíritu pedagógico que derrama con generosidad en
la comunidad virtual a través de su canal de YouTube,
una interacción constante en las redes y una presencia notable en los medios
tradicionales, además de sus columnas de opinión en LA NACION y Clarín, sobre
temas candentes vinculados a la Justicia.
Nació
en Buenos Aires, se formó en la UBA y en un posgrado en la Facultad de Derecho
de la Universidad de París, ciudad que lo marcó a fuego, no sólo porque allí
vivió durante casi 7 años, estudió y comenzó una vida profesional, sino también
porque lo deslumbró la cultura y el estilo de vida francés,
y conoció a su esposa, con quien se casó antes de regresar a la Argentina:
Sylvia Monique, la madre de sus dos hijos, Déborah y Sebastián.
En
estas Conversaciones de domingo hablamos
con Daniel Sabsay (72) sobre los orígenes y el
mandato que recibió de su familia, el compromiso que representa su profesión y
las vastas influencias con las que forjó una cultura exuberante, un gusto refinado
que lo caracteriza como melómano, amante de la literatura, las bellas artes y
todo aquello que define la elegancia y la cortesía en la vida social.
–Habiendo
crecido en un medio intelectual donde se respiraban el arte y todas las
manifestaciones de la cultura, con una madre pintora y dibujante (Sofía
Olivesky) y un padre abogado (Fernando Sabsay) ligado a la filosofía y la
historia, maestro, escritor, editor vinculado a la literatura y el teatro,
¿cómo decidiste tu vocación por el Derecho?
–Estaba
prácticamente decidido a ser arquitecto, pero antes de terminar el 5º año, opté
por la abogacía. Me gustaba la pintura y estudiaba piano, pero fue el Derecho
lo que realmente me atrapó en la vida. Lo sentí como mi verdadera misión, como
una función pública de servir al Derecho para defender la Constitución, la
República y sobre todo la libertad, porque siempre fui un liberal en el sentido
del liberalismo político. El liberalismo de lo que es la República, los
derechos fundamentales y la división de poderes.
–No hablás de una vocación,
sino de algo más trascendente: el despertar de una misión en la vida.
¿Para ser
constitucionalista, para optar por esa rama del Derecho que se dedica al
estudio de la ley fundamental y del Estado, se requiere de alguna condición
personal?
–No
somos muchos los constitucionalistas. La mayoría, de hecho, por una razón muy
sencilla, no vive del ejercicio de la profesión. Yo soy una excepción, pero es
una vida difícil. Como no se vive de esto, quien abraza el Derecho
Constitucional, lo hace para la academia y la educación, para escribir libros,
para ser profesor universitario. A mí, en gran parte por las barbaridades que
hace esta gente en el gobierno, me fue muy bien.
¿Qué
sentís con los ataques a la institución como símbolo?
–Que
es algo muy injusto. Gracias al Jockey se mantiene un patrimonio histórico
excepcional que, si no estuviera en manos privadas, ya sabemos lo que pasaría.
Allí está el ejemplar original del Himno Nacional firmado por López y Planes.
Esa partitura es sólo una parte del patrimonio. La biblioteca es maravillosa. Hay
tapices fabulosos, esculturas y cuadros extraordinarios, algunos de los más
lindos de Prilidiano Pueyrredón, todo preservado en impecable estado.
–¿Qué valores representa en la
sociedad de hoy?
Debo
reconocer que hubo un espíritu machista, una clase alta muy cerrada y
aristocratizante que en gran medida propició el nacimiento del peronismo. Esa
parte fue negativa porque el peronismo surgió así. Hay que recordar cuando Eva
Perón se quiso incorporar a la Sociedad de Beneficencia, se le negó y entonces
fue la Fundación Eva Perón y arrasó con todo. ¡Eso fue una tontería! O sea que
reconozco el lado negativo. Tengo sentido crítico. Pero vuelvo a lo mismo: la
preservación del patrimonio. El Jockey representa un estilo de vida elegante donde
uno se encuentra con gente agradable. Para mí es todo aquello que me gusta como
la elegancia, la distinción y las palabras francesas del glamour y el savoir
faire.
–¿Son valores que se han
perdido para siempre o pensás que se van a recuperar?
–Se están
perdiendo. Pero de todo, lo que más pena me da es haber perdido aquella
Argentina que, debajo del delantal blanco del ideal sarmientino, hablaba un
solo idioma. El sentido de la igualación que daba ese delantal blanco, el
símbolo de la escuela primaria común para todos los argentinos, eso se rompió
por completo. Ese ideal extraordinario de la escuela sarmientina que fue el
gran modelo de país, un modelo maravilloso que se destruyó adrede porque es
mucho más fácil dominar sobre la ignorancia y el ignorante que se puede
adoctrinar con un relato capcioso. Ese proceso está brillantemente explicado en
los libros de Fernando Iglesias.
¿Qué es lo más satisfactorio
que recibís de tus seguidores en YouTube?
–Empecé
con esto en la pandemia a partir de una iniciativa de mi hijo, pero hoy ya
grabo en un estudio y es el canal educativo de Google con mayor cantidad de
suscriptores. A donde vaya, recibo el feedback de la gente. Es algo estimulante
que me da muchísima satisfacción. Y lo que más me dicen es: “¡Gracias, gracias
por todo lo que nos da!”.
–¿Has cumplido entonces con
aquel llamado, la misión de tu vida?
–Nunca
hay que creérsela, pero aparentemente sí. Yo creo que he cumplido con la misión
de mi vida.
Fuente: La Nación-



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