Se lo considera un ícono
de la Ciudad y es el punto de reunión para actos o festejos. La rapidísima construcción del
desmesurado Obelisco, en reemplazo de un hito de escala barrial como había sido
el templo parroquial San Nicolás de Bari, no hizo más que incentivar la
polémica entre los partidarios de la renovación de la ciudad y los sectores más
tradicionalistas. La Municipalidad ganó el juicio entablado contra la Curia, y
la última misa se celebró el 16 de agosto de 1931.
San Nicolás era, en sí, un
monumento histórico. No sólo por ser, por ejemplo, el templo donde se
bautizaron a Mariano Moreno o a Manuel Dorrego, o donde descansaban los restos
del cura Manuel Alberti, el primer miembro de la Junta de 1810 en morir en
enero de 1811, sino además que en su torre flameó por primera vez un 23 de
agosto de 1812 la bandera argentina. En 1935 se inauguraría el templo en su
ubicación actual, en avenida Santa Fe al 1300.
El obelisco porteño fue construido durante la gestión
presidencial del militar e ingeniero Agustín Pedro Justo, quien condujo los
destinos de la Argentina entre el 20 de febrero de 1932 y el mismo día del año
1938. En ejercicio de esa potestad, el entonces presidente Justo designó como
intendente de la ciudad capital al abogado, escritor y político Mariano de
Vedia y Mitre, quien ocupó el cargo entre 1932 y 1938.
Fue precisamente Mariano de Vedia y Mitre quien, en
el marco de un plan de modernización de la ciudad -que además incluía el
ensanchamiento de la Av. Corrientes, la apertura de la Av. 9 de Julio y la
construcción de la Plaza de la República- y a propuesta de su secretario de
Hacienda Atilio Dell' Oro, ordenó la construcción del Obelisco con el objetivo
de celebrar el cuadrigentésimo aniversario de la fundación de la ciudad de
Buenos Aires.
El Obelisco es, en todo el mundo, el mayor emblema de
la ciudad y de sus habitantes, como lo pueden ser la Torre Eiffel en París o la
Estatua de la Libertad en Nueva York.
Se aproximaban los 400 años de la fundación de la
ciudad de Buenos Aires por Pedro de Mendoza, y las autoridades porteñas
buscaban la forma de realizar un homenaje adecuado para aquella aldea que sería
destruida en 1541 y vuelta a fundar en 1580.
Inaugurado en 1936 para recordar el cuarto centenario
de la primera fundación de Buenos Aires, es obra del arquitecto Alberto
Prebisch, uno de los principales exponentes del modernismo argentino. La
alemana GEOPE fue la empresa constructora. Los trabajos comenzaron el 20 de
marzo de 1936 y el Obelisco, se inauguró el sábado 23 de mayo de ese mismo año
a las 15 horas.
Participaron 157 obreros, y hubo que lamentar la
muerte de uno de ellos, el italiano José Cosentino. El total de la obra
ascendió a 200.000 pesos. Su construcción demoró apenas dos meses y se cumplió
la indicación del intendente, quien quería que estuviese terminado antes del 25
de mayo.
La palabra "obelisco" deriva del latín
obeliscum, y según el diccionario de la Real Academia Española, significa
"pilar muy alto, de cuatro caras iguales y terminado por una punta
piramidal muy achatada, que sirve de adorno en lugares públicos".
Pues el principal símbolo representativo de la ciudad
de Buenos Aires es precisamente su "obelisco", que está en el cruce
de las avenidas Corrientes y 9 de Julio, en la llamada Plaza de la República,
siendo su exacto domicilio el siguiente: Av. Corrientes 1066, ciudad de Buenos
Aires.
Con una altura total de 67,5 metros y una base de 6,8
metros por lado, el Obelisco posee una única puerta de, detrás de la cual hay
una escalera marinera de 206 escalones con 7 descansos que lleva a la cúspide.
Allí existe un mirador con cuatro ventanas, visibles desde la calle.
En febrero de 1936 el intendente Mariano de Vedia y
Mitre, resolvió la creación de un monumento que le hiciera justicia a tamaño
acontecimiento, como fue la primera fundación de la ciudad. En el decreto que
firmó, se refería a una obra "…que señale al pueblo de la República la
verdadera importancia de aquella efeméride. Que no existe en la ciudad ningún
monumento que simbolice el homenaje de la Capital de la Nación entera".
Nacía el Obelisco.
Los detractores del obelisco, que se había quedado
con la sangre en el ojo porque decían que el proyecto no había sido discutido
en el Concejo Deliberante, tuvieron su oportunidad de volver a la carga el 21
de junio de 1938 cuando se le desprendieron trozos de mampostería. Y en junio
del año siguiente, los ediles porteños, por 23 votos a favor y uno en contra,
votaron la ordenanza 10.251 de su demolición, argumentando razones de
seguridad, estéticas y económicas,
Tuvo que terciar el propio presidente Roberto
Marcelino Ortiz, al expresar que el Obelisco era un monumento para recordar un
acontecimiento importante como fue la primera fundación de Buenos Aires, que el
intendente porteño era sólo un delegado del gobierno nacional, y que el
Ministerio de Obras Públicas se encargaría de costear las reparaciones. Y llegó
el veto del intendente Arturo Goyeneche.
Se quitaron las losas y se las reemplazaron por
mampostería. En el apuro, se eliminó la leyenda que indicaba que Presbisch
había sido el arquitecto de la obra. Y asunto terminado.
Los cuatro acontecimientos: El 4º centenario de la
fundación de la ciudad por Pedro de Mendoza. 2. El lugar en donde la bandera
Argentina fue izada por primera vez. 3. La proclamación de la Ciudad como la
Capital Federal del país y 4. La segunda fundación de la ciudad por Juan de
Garay.
Descripción de los festejo para su inauguración en
1936: «El sábado 23 de mayo, el pueblo se ha dado cita en la flamante Plaza de
la República. El primer magistrado de la Nación preside la solemne ceremonia.
Son exactamente las 15, cuando la Banda Municipal ejecuta el Himno Nacional. Se
cortan simbólicamente las cintas y se declara inaugurado el nuevo tramo del
ensanche y el gran Obelisco, convertido ya en motivo inspirador del tradicional
ingenio porteño. En la rotonda se han reunido chicos de las escuelas.
La voz del intendente municipal concreta el
pensamiento de todos, encasillando el acontecimiento en su justo marco. «Este
Obelisco será en el correr del tiempo el documento más auténtico de este fasto
del cuarto centenario de la ciudad. Dentro de las líneas clásicas en que se erige,
es como una materialización del alma de Buenos Aires que va hacia la altura,
que se empina sobre sí misma para mostrarse a los demás pueblos y que desde
aquí proclama su solidaridad con ellos. Buenos Aires se siente grande, fuerte,
pujante.
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