Stephen Hawking sostuvo que el libre albedrío es una ilusión,
argumentando que nuestras acciones están determinadas por las leyes de la
física y la química que rigen nuestro cerebro y el universo. Aunque
nuestras decisiones parecen libres, en realidad son el resultado de una cadena
causal que se remonta al momento inicial del universo, como si fuéramos actores
en una película con un guion ya escrito.
Determinismo físico: Hawking basaba su postura en la física, señalando
que todo evento, incluso los biológicos, es el resultado de causas previas
siguiendo leyes conocidas.
El cerebro como máquina: Consideraba a los seres humanos como máquinas
biológicas cuyas acciones están determinadas por el funcionamiento físico del
cerebro.
La conciencia como espectadora: La conciencia, y con ella la voluntad, aparece
tarde en el proceso de toma de decisiones, si es que llega, lo que implica que
actuamos antes de ser conscientes de lo que hacemos.
La "ilusión" del libre albedrío:
Cadenas de causa y efecto: Incluso la elección de una fruta puede verse como
parte de una cadena ininterrumpida de causas que se remonta al pasado.
Una ficción útil: El libre albedrío es una "benévola
ficción" que nos ayuda a vivir y tomar decisiones, pero no corresponde a
la realidad subyacente del determinismo del universo.
El papel de
la complejidad: Aunque el mundo sea
determinista, su complejidad es tan vasta que es imposible predecirlo con total
exactitud, lo que nos da la sensación de que las cosas son aleatorias o libres.
En resumen: Stephen Hawking,
desde una perspectiva científica y determinista, veía el libre albedrío como
una ilusión. Nuestras acciones y decisiones no son elegidas libremente,
sino que son el resultado de procesos físicos y biológicos que siguen leyes
deterministas, lo que nos convierte en parte de una "película" cuya
historia ya está escrita.
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