Siento que siempre
estoy en guerra con mis pies", dice Lauren Lovette con un suspiro.
Lovette, una de las bailarinas principales del Ballet de la Ciudad de Nueva
York, tiene pies hermosamente
arqueados y flexibles, y a menudo la matan de dolor.
Las penurias de Lovette son comunes entre los bailarines de
ballet, cuyos pies sufren abusos constantes, y en el peor tipo de calzado (o
sin calzado). Aunque pueden correr, saltar, ponerse en cuclillas, saltar y
pivotar como cualquier estrella de la NBA, los bailarines de ballet lo hacen sin absorción de choque, soporte de arco o
cualquier tipo de asistencia.
Los atletas usan zapatillas que
protegen amablemente sus pies. Los bailarines no tienen tales lujos, dado que
recorren el escenario descalzos, o en tacones, o en finas zapatillas con una
frágil suela de cuero o, si son bailarinas, en esas ajustadas cámaras de
tortura llamadas zapatillas de ballet.
Lovette: "Cuando
era joven y quería ser bailarina de ballet, tuve una breve experiencia con
dichas zapatillas. Nunca olvidaré mi sensación de alarma cuando calcé mi primer
par. Pequeños huesos que ni siquiera sabía que tenía repentinamente quedaron
estrujados en una suerte de apretón de la muerte". Las zapatillas
de ballet pueden parecer delicadas, pero hay algo de corsé isabelino en ellas
que refleja su severo propósito: equipar al bailarín o bailarina para hacer
maniobras para las que no ha sido diseñado el ser humano.
"Kilo por kilo, los bailarines
son tan fuertes como los jugadores de fútbol americano, probablemente más
fuertes", dice
Lisa M. Schoene, una podóloga de Chicago y entrenadora que trata a bailarines y
atletas olímpicos. "Estar en puntas de pie es una de las cosas más
atléticas que puedes hacer, estás ejerciendo una fuerza equivalente a 10 a 12 veces tu peso
corporal, subiendo y bajando en esas zapatillas de ballet".
Es importante la manera en que los bailarines tratan a sus pies, dice
Pribut. Y eso es verdad para cualquiera de nosotros. Nuestro
calzado es una herramienta esencial, al margen de lo que hagamos. Algunos
zapatos, si son usados demasiado a menudo, pueden causar más daño que las
zapatillas de ballet, agrega el podólogo. Los peores enemigos suelen ser las
chancletas o hawaianas, los tacones altos y lo que pocos bailarines usarían
fuera del estudio: los llamados zapatos de bailarina.
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