El plástico es omnipresente, barato y fácil de producir, pero deshacernos de él es un quebradero de cabeza, pues no se degrada con facilidad. Y es que no existe en la naturaleza ningún mecanismo que resulte lo suficientemente eficaz para asimilarlo al ritmo del uso que le damos. Se calcula hasta que los polímeros que lo componen empiecen a desintegrarse a nivel molecular, pueden pasar un mínimo de 450 años. De ahí la urgencia de encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde.
En 2016, un equipo científico japonés descubrió una bacteria capaz de descomponer la molécula del tereftalato de polietileno (PET), un tipo de plástico muy usado en la fabricación de envases. Ahora, basándose en este descubrimiento, investigadores de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) y del Departamento de Energía de Estados Unidos han modificado la enzima producida por la bacteria, resultando de ello una nueva molécula capaz de descomponer el plástico incluso mejor de lo que hacía el organismo unicelular.
Los científicos descubrieron que la molécula que investigaban era es muy similar a la cutinasa, una enzima presente en algunas bacterias y que es capaz de degradar la cutina, un polímero producido por los vegetales. Sin embargo, cuando manipularon la enzima para investigarla, descubrieron accidentalmente la sorprendente capacidad de la molécula para descomponer el plástico.
En concreto, según el equipo de investigadores, la enzima mutante tarda unos días en realizar dicha función, un tiempo que advierten podría ser incluso menor si se llega a producir a gran escala, de una forma similar a las enzimas usadas para producir detergente en polvo o biocombustibles.
Un posible uso sería, por ejemplo, transplantar la enzima mutante a una ‘bacteria extremófila’ capaz de sobrevivir por encima de los 70 ºC, una temperatura en la que el PET se vuelve viscoso. De esta forma, según los científicos, podría degradarse hasta un 10% más rápido de lo que lo hace en el medio natural. Otra opción, según los investigadores, sería convertir el PET en polímeros biodegradables, como el PHA o el PHB.
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