SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 4 de mayo de 2024

EL DATO: Inesperado regreso al mar patagónico de la ballena sei, desaparecida desde 1929.

 

Científicos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y el Centro Nacional Patagónico investigan la población de esta especie que sorprende en el golfo de San Jorge.



RADA TILLY, Chubut.– La expectativa en la embarcación crece a medida que avanza a mar abierto. Los dos biólogos a bordo ya tienen preparada en proa la cámara para continuar con el registro fotográfico y revisan datos de localización en un celular y con un goniómetro sin dejar de prestar atención a los movimientos del dron que sobrevuela a altura, más distante, operado desde un bote de apoyo con buzos. De pronto, un estruendo seguido de una bruma termina con la ansiedad.



A pocos metros, se acaba de dejar ver un ejemplar de ballena sei, la tercera especie más grande después de la azul y el rorcual común, que reapareció en estas costas patagónicas después de que su población fuera depredada hasta poco antes de mediados del siglo pasado. Una factoría cercana de la que solo quedan las ruinas da cuenta de eso a mitad de camino con Caleta Olivia, Santa Cruz.



“¿La vieron? ¡Acá!”, alerta Miguel Bottazzi, al mando del semirrígido del programa Pristine Seas, de National Geographic, en una nueva salida de la expedición para estudiar una especie sobre la que poco se conoce, es considerada en peligro de extinción y se empezó a recuperar después de casi cien años.

El trabajo, que comenzó en 2017 con un seguimiento fotográfico, para convertirse en un proyecto de investigación aprobado en 2019 por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (Unpsjb), se retomó después de la pandemia de Covid. Lo lideran desde el inicio los investigadores Mariano Coscarella, del Laboratorio de Mamíferos Marinos en el Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (Cesimar) del Centro Nacional Patagónico (Cenpat-Conicet), y Marina Riera, de la Facultad de Ciencias Naturales y Ciencias de la Salud de la Unpsjb, donde también es docente Coscarella. Con ellos trabaja a la par Santiago Fernández, becario doctoral del Cesimar.



Con la Fuerza Aérea Argentina, hicieron vuelos entre noviembre y mayo del año pasado para estimar la abundancia: en los 5000 km2 de mar desde el Pico Salamanca, ubicado a unos 40 km al norte de Comodoro Rivadavia, hasta el sur de Caleta Olivia (Santa Cruz), estimaron la presencia de, en promedio, 2600 ejemplares de sei.

“La primera estimación la revisé más de 40 veces. No nos cerraba que fueran tantas –recordó Coscarella junto a Riera–. En el vuelo de estimación, en cinco horas, contamos 116 ballenas. ¡Pero esta población es una explosión! Tenemos con Marina muchos años de experiencia y encontrarnos entre 2400 y 2800 ballenas sei fue increíble”.

Semejante entusiasmo llegó hasta la Comisión Ballenera Internacional, organismo internacional encargado de la conservación de las ballenas y el manejo de la caza de cetáceos. Enseguida le notificaron no solo la presencia de la especie en la zona del golfo San Jorge, sino la cantidad. También invadió a las autoridades del municipio, a cargo de Mariel Peralta, y entusiasma cada día más a los casi 16.000 habitantes de esta localidad.

“Sé que moviendo la mano [como hizo varias veces durante la navegación], la ballena franca te mira y te sigue el movimiento. Entonces probé cómo funcionaba el mismo gesto con la ballena sei y dio resultado porque le dio curiosidad”, agregó sobre Rayita, un juvenil con una pequeña marca en el lomo que pudo haber sido al jugar con un delfín.

“Tomó confianza con nosotros, se fue, y después, empezaron a acercarse más. La segunda vino todavía con más confianza que Rayita y se nos puso al lado en una situación casi similar a la que vemos con las franca. Para mí, fue una experiencia magnífica”, finalizó Bottazzi.

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