Los hechos sucedieron el pasado 18 de febrero, pero no ha sido hasta ahora, a
finales de noviembre, cuando se han hecho públicas las causas del incidente. El
barco, que transportaba una carga de papel, quedó encallado. Y sus 7.000 toneladas de
peso hicieron que se volcara peligrosamente hacia el agua. De milagro no se
produjeron víctimas mortales.
El responsable de guiar al barco, un ruso de 36
años, había consumido gran cantidad de alcohol en la cena. Cuando se puso a los controles, a
medianoche, no
paró de tomar decisiones erróneas sobre el rumbo del navío, que hicieron que el
viaje terminara en catástrofe.
El Lysblink Seaways permaneció dos días
encallado, debido al mal tiempo. Los daños fueron tan graves, que el barco no ha
podido volver a surcar los mares. El boquete causado por el golpe hizo que se
vertieran 25 toneladas de combustible al mar, con el consiguiente daño
ecológico.
La empresa propietaria del barco, la danesa DFDS asegura que
tiene una política de cero tolerancia con el alcohol: ningún tripulante puede
beber mientras esté en el barco, ni tampoco horas antes
de subir a él. Pero a pesar de esta norma, el causante del accidente tenía en
sangre hasta 8 veces más alcohol del permitido para alguien que ostente su
responsabilidad, de acuerdo a las leyes británicas.
Por si esto fuera poco, en el curso de la
investigación se ha sabido que una alarma de colisión sonó en repetidas
ocasiones en el puente de mando, pero el piloto alcoholizado lo único que hizo fue silenciarla,
sin variar el rumbo.
Las autoridades que acudieron al rescate de la tripulación
encontraron gran cantidad de alcohol en todas las estancias. Cerveza, vino y botellas
de ron y vodka estaban desperdigadas por los camarotes, según informa el Daily
Mail.
El responsable del choque ya no
trabaja para la compañía DFDS, y un portavoz de la misma ha anunciado que a partir de
ahora todos los barcos van a ser registrados en busca de alcohol.
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