Los adolescentes de
ahora tienen una manera de responder a las dificultades de la vida
completamente nueva y compleja.
Se sabe que la adolescencia
es una etapa complicada de cambio donde, muchas veces, el cuerpo se desarrolla
antes de que estemos mentalmente preparados para ello.
La adolescencia será el
momento de empezar a separarse de los padres para priorizar a los amigos, de
tomar las primeras decisiones sobre sí mismos (gustos, cambios de look…), de
resignificar las ideas que antes daban directamente por válidas y de ir
formando una identidad propia.
Pero para entender mejor
todo este proceso hemos de tener en cuenta su particular una forma de
vincularse y de desarrollarse.
Desarrollo de la identidad de los adolescentes
La generación Z, los
jóvenes nacidos desde el año 2000, son nativos tecnológicos. Han nacido en el
seno de una sociedad tecnológica y viven permanentemente conectados.
Uno de los aspectos fundamentales a desarrollar en la adolescencia
es una identidad propia.
Para que esto pueda
suceder, es fundamental que la persona pase tiempo sola, en su habitación, con
sus ideas, sus fantasías… Que se pregunte cosas, que repase los recuerdos del
día y piense alternativas de cómo habría podido comportarse, que imagine lo que
le gustaría hacer, etc. A día de hoy, el adolescente medio no está solo nunca,
está permanentemente acompañado gracias a su móvil, al WhatsApp y a las
diversas redes sociales.
Hoy en día sabemos, gracias
a las técnicas de neuroimagen que, durante la adolescencia, sigue habiendo
desarrollo de algunas zonas cerebrales.
Se observa una maduración
tardía en la región prefrontal que es la implicada en la autorregulación de
conducta.
Existe por tanto una relación
entre el desarrollo del cerebro del adolescente y la tendencia a asumir riesgos
o la constante búsqueda de novedades.
Estos dos factores, el
desarrollo tardío de la corteza prefrontal y la incapacidad para estar en
soledad, supone que el desarrollo de la identidad propia se retrasa y los
jóvenes no disponen de las estrategias para manejo de emociones que van a
necesitar en los próximos años.
En otras palabras, las
cosas que les ocurren les superan y para soportarlas recurren a conductas
novedosas, estimulantes o que supongan riesgos: conductas destructivas.
Tipos de conductas destructivas en adolescentes
En el presente artículo nos
queremos centrar en las heridas autoinflingidas pero es importante nombrar los
otros tipos de conductas destructivas a las que recurren los adolescentes:
Agresiones
Cuando ocurren cosas que
escapan a su control, se enfrentan a situaciones en las que se sienten contra
las cuerdas o acumulan tensión sin descargarla de ninguna manera es habitual
ser testigo de ataques de ira adolescente.
En el caso de los jóvenes,
por una cuestión meramente biológica de desarrollo del cerebro y falta de
control de impulsos, la línea que separa ese sentimiento del acto de agresión
es muy fina. No siempre serán agresiones físicas directas contra otros: aquí
entra el bullying, cyberbulling, el vandalismo, las peleas… Agresiones contra
los demás o el ambiente, ya sean físicas, verbales o cibernéticas.
Conductas de riesgo
Son actos repetidos y
deliberados en los que no se tiene en cuenta que la integridad física o mental
se está poniendo en riesgo.
Algunas conductas de riesgo
adolescente pueden ser: emborracharse, subir fotos íntimas a redes sociales,
difundir información personal, tener relaciones sexuales precoces o sin
protección, tomar drogas, escaparse de casa, descuidar repetidamente su aseo e higiene,
conducir a gran velocidad…etc.
Autolesiones
La autolesión, autoagresión
o herida autoinflingida es un daño producido al propio cuerpo de manera
intencionada y consciente con el objetivo de liberar emociones internas.
Esto se manifiesta
generalmente a través de cortes, rasguños (realizados con las propias uñas por
medio de un rascado repetitivo), quemaduras o golpes (generalmente puñetazos a
objetos o de la cabeza contra paredes o puertas).
Exceptuando estos últimos,
los golpes, el resto de autolesiones suelen realizarse en la parte interior de
brazos y piernas o en el abdomen, zonas que pueden esconder fácilmente con sus
ropas.
La creciente
epidemia de autolesiones en adolescentes ha hecho saltar las alarmas entre
educadores y profesionales de la salud. Un reciente estudio del hospital de la
Paz de Madrid dice que hasta el 25% de los adolescentes diagnosticados de algún
problema emocional o psicológico se autolesiona. El dato más inquietante es el
de la población no clínica: del 5 al 10% de los jóvenes no diagnosticados de
nada manifiestan conductas autolesivas. ¡Uno de cada diez o veinte!
Estadísticamente al menos
un alumno por cada clase de cada colegio o instituto se autolesiona.
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