La
producción ovina representa un rubro importante dentro del sistema agropecuario
de nuestro país. Tradicionalmente, Argentina orientó la explotación del ganado
ovino hacia la obtención de lana, fundamentalmente en la Patagonia, donde por
el ambiente es difícil desarrollar otra actividad agropecuaria.
En
función de esta tradición lanera, más del 50% del stock ovino argentino
corresponde a razas productoras de lana (Merino) y doble propósito (Corriedale,
Rommey Marsh, Lincoln) y Criolla. Sólo una raza es netamente productora de
carne, la Hampshire Down, y en los últimos años se han comenzado a criar razas
destinadas a la producción de leche (Frisona, Manchega y Pampinta).
Se estima que los primeros
ovinos llegaron al suelo rioplatense hacia 1549, cuando Ñuflo de Chaves al
retornar de Lima (Perú), introdujo cabras y ovejas en Asunción (Paraguay).
Aunque algunos historiadores sostienen que los primeros animales llegados al
nuevo mundo eran Merinos, Wernicke afirma que eran ovejas ordinarias de razas
Siria, Pirenaica y Berberisca.
Esto
parece más probable, ya que en esa época la corona de España tenía prohibida la
exportación de raza Merino y el fenotipo de los actuales ovinos Criollos,
explotados en la región noroeste (NOA) del país, se asemeja más al aspecto de
los actuales ovinos de raza Churra española.
Argentina a fines del siglo XIX contaba con 74 millones de ovinos, número que se fue reduciendo con el correr de los años. Al analizar la evolución de las existencias ovinas en las últimas décadas se observa una reducción sustancial.
Como se puede apreciar en
el gráfico 1, en el año 1960 el rebaño superaba los 48 millones de cabezas, y
en el año 2002 sólo llegaba a 12,5 millones (Indec 2002), aunque los informes
del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (MinAgri) en el año 2006
estimaba 15% más que el último dato oficial (Boletín ovino, 2006; Asad, 2006).
Esta merma obedece a múltiples factores entre los cuales se pueden mencionar la desertificación en la Patagonia; la expansión de la frontera agrícola; el reemplazo del ovino por el ganado bovino por menores costos de mano de obra; menor susceptibilidad a la predación; los vaivenes en el mercado internacional; mercados y canales de comercialización poco transparentes para el productor y escasa aplicación de tecnología en la producción ovina, en comparación con otras actividades competitivas.
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