La mayoría de los
congresales viajó en carretas, otros a caballos y mulas.
Llamó la atención en Tucumán la llegada del general Belgrano en
carruaje a principios de julio. El viaje desde Buenos Aires
llevaba entre 20 y 25 días en galera o carreta. El estado de los caminos era
paupérrimo y las condiciones eran extremas riesgosas para la salud o por el
peligro de ataques de indios o de bandidos. Muchos de los
congresales hicieron testamento antes de partir rumbo a Tucumán.
Obviamente, no había hoteles, sí alojamientos para viajeros pero no lo
suficiente para hospedar a todos; los canónigos lo hicieron en Conventos, fray
Justo Santa María de Oro en Lules con los jesuitas y fray Cayetano Rodríguez en
casa del Obispo, el resto de los diputados se alojó en casas de familia y
eventualmente en la Casa Histórica que contaba con algunos aposentos.
Se servía en las mesas carne
asada, guisada, charqui y locro. El arroz era algo exótico,
importado del oriente. El grano de maíz era demandado, también se consumía
carne de paloma y perdices. El locro, la humita, la mazamorra y los pasteles de
choclo eran clásicos de la gastronomía tucumana. Los dulces y mermeladas eran
caseros, sobre todo con naranja y lima. Se consumía gran cantidad de
tubérculos, hortalizas y frutas. Se bebía café, chocolate y mate. Para endulzar
comidas y bebidas se empleaba miel de abeja y de caña y azúcar cuya industria
era incipiente para 1816.
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