SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



domingo, 17 de julio de 2022

REDESCUBRAMOS a LOLA MORA y sus mas bellas obras dispersas por Argentina y el mundo-

 




¿Nació en Tucumán o en Salta? ¿Fue amante de Julio Argentino Roca o él solamente fue un admirador, amigo de su padre y promotor de su obra? ¿Sucumbió al amor de un empleado del Congreso bastante más joven que ella en una época donde este tipo de transgresiones eran aún más castigadas que hoy? ¿Por qué sus esculturas fueron desplazadas de su emplazamiento original e incluso vandalizadas por mentes pacatas?



 


Estas y muchas otras preguntas atraviesan la biografía de la primera escultora Argentina, Dolores Candelaria Mora Vega, más conocida como Lola Mora (1867-1936). Una artista genial halagada y discutida cuya producción -que es lo que verdaderamente importa, su propósito y legado-, se puede rastrear a lo ancho y largo del país trazando una ruta artístico-turística de esta escultora de los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX cuyo nacimiento dio lugar al día del escultor.

Audaz, talentosa y bella:




Sobre la vida de Lola Mora se han dicho y escrito muchas cosas y no todas coinciden. Hasta hay una película dirigida por Javier Torre, actuada por Leonor Benedetto y un documental del Canal Encuentro realizado por Gabriel di Meglio, entre otros cortometrajes, notas periodísticas y libros recomendables como Lola Mora, una biografía, de los tucumanos Carlos Páez de la Torre (h.) y Celia Terán (Planeta, 1997), o Lola, el poder del mármol, de Patricia Corsani (Vestales, 2009), entre muchos otros.





Una foto la muestra joven con un vestido de encaje negro entallado, la mirada decidida con una belleza singular y misteriosa. Dolores nació en el campo y a los 11 años se mudó con su familia a San Miguel de Tucumán. A los 18 años murieron sus dos padres; entonces ella quedó a cargo del marido de su hermana mayor. Comenzó a estudiar dibujo, pintura y retrato con Santiago Falcucci, un maestro italiano que había llegado a la ciudad en 1887, el primero en inculcarle su estilo neoclásico italiano, que luego perfeccionó en Roma a través de una beca para estudiar pintura obtenida del gobierno Nacional, de corte conservador. Tenía 29 años. Antes había logrado el favor del público local después de presentar las carbonillas de los gobernadores tucumanos desde 1853.

En Roma estudió dibujo con Francesco Paolo Michetti pero conoce al escultor Giulio Monteverde, considerado el nuevo Miguel Ángel de la épocay cambió el dibujo por la escultura para siempre. Vuelve unos años después y logró encargos varios del Estado Nacional, entre otros, el de la famosa Fuente de las Nereidas, para la cual volvió a Roma a realizar sus figuras junto con tres ayudantes: era un trabajo colectivo por su magnitud. Fue su época de máximo esplendor, vivía en un palacio y hasta la visitaban reinas y príncipes: una vida de aventuras habiendo salido de Tucumán con una beca para convertirse en una artista reconocida que vivía espléndidamente. La crítica internacional la halagaba y mimaba. Años después volvió a Buenos Aires con sus figuras para emplazar la famosa fontana, conocida hoy como fuente Lola Mora, uno de los pocos casos en que la obra se identifica de tal modo con su creadora. Las figuras desnudas escandalizan a la moral de la época que no creía que fueran dignas de emplazarse en la Plaza de Mayo frente a la Catedral Metropolitana. Ante esa afrenta por la fuente y sus desnudos ella responde en una carta: "No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios".

A los 42 años se casó con Luis Hernández Otero, 17 años menor, hijo del ex gobernador de la provincia de Entre Ríos. Lo había conocido en el Congreso Nacional donde era empleado cuando la escultora trabajaba en su fachada e incluso habría sido su alumno. Unos años más tarde se separaron; se sumaron más miradas críticas, la familia de él nunca aprobó esa unión.

En la biografía de Lola Mora realizada por el historiador Gabriel Di Meglio para el Canal Encuentro, el sobrino bisnieto y biógrafo de Lola Mora, el profesor Pablo Solá, desmiente que la artista haya tenido alguna relación amorosa con el "Zorro" tucumano así como también que la familia haya quemado sus escritos y documentación al final de su vida. "Es absolutamente falso –sostiene-. Roca era amigo del padre de Lola y ella tenía relación con muchos conservadores de la época, como Bartolomé Mitre y Dardo Rocha. Jamás fueron amantes".

Quien conozca las estatuas La Justicia, La Paz, La Libertad y El Progreso en los jardines que rodean a la Casa de Gobierno de la ciudad de Jujuy, o los altorrelieves en bronce en el patio del Museo Casa Histórica de la Independencia en Tucumán, representando uno la Junta de Gobierno del 25 de Mayo de 1810 y el otro la Declaración de la Independencia del 9 de Julio de 1816, realizados en 1904, no podrá más que conmoverse con la fuerza sensual y transgresora una obra monumental, mayormente desconocida y subestimada por el público en general.

Para reflejar su temple, basta citar un fragmento de la entrevista que el periodista Juan José de Soiza Reilly le hizo a Lola Mora para la revista Caras y Caretas en 1930:

…Sin embargo, la calumnia, a semejanza de la hora del amor, nunca vuelve hacia atrás. El "venticello" andaba en el espacio. La noble artista sintió que sobre ella se desplomaba el mundo como un techo. Viéndola caída, hasta le pegaron en el suelo. ¿Defenderse? ¿Quejarse? No conocéis, sin duda, a Lola Mora. Era demasiado altiva para eso… Soportó su desdicha con orgullo. ¡Tucumana valiente! Yo me acerqué brindándole mi pluma. Me respondió con ternura, irguiendo su cabeza leonina: -Gracias, hijito. No quiero que nadie me defienda. ¡Para eso están mis obras!...

En 1935 cuando Lola Mora aún estaba bien desapareció una tarde y fue caminando a mirar su fuente más famosa. Se largó un chaparrón y ella siguió allí, mirándola. Se hizo de noche. La noticia de su desaparición salió en los diarios vespertinos hasta que un policía la encontró y acompañó a su casa. Esa fue la última vez que ella vio su obra cúlmine.

Dicen los que cuentan que en las noches de lluvia se puede presentir su espíritu caminando por la Costanera Sur cerca de su fuente, secando afanosamente los rostros de las estatuas…

 

 

 

 

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