Al nacer y durante los primeros seis meses de
vida es recomendable que un bebé tenga lactancia materna exclusiva. La leche
materna es suficiente para cubrir los requerimientos nutricionales del
lactante, además de proporcionar anticuerpos y un perfil de proteínas y de
grasas adecuado para el correcto crecimiento del niño. Las necesidades
calóricas del lactante son elevadas, y la leche materna aporta una cantidad
sufciente de calorías de calidad.
Un bebé
necesita 120 calorías por kilogramo de peso durante los tres primeros meses y
va disminuyendo hasta las 105 calorías por kilogramo de peso entre los 9 y los
11 meses.
A partir de los seis meses y hasta los dos años
es conveniente seguir dando leche materna a la vez que se va completando la
dieta con la introducción de alimentos adecuados, sin excesos de grasas
saturadas, azúcares simples ni comidas procesadas. El niño necesita un aporte
de proteínas, calcio y hierro elevado, y por esto la dieta debe ser rica en alimentos naturales y muy nutritivos.
EDAD PREESCOLAR:
La etapa preescolar
es crucial para que el niño aprenda nuevos hábitos alimentarios correctos y se
acostumbre a comer todo tipo de alimentos. En estos momentos es muy importante
jugar con las texturas, los colores y las preparaciones para acostumbrar al
paladar a todos los sabores y evitar la aversión de alimentos como las verduras
o el pescado.
También se debe evitar la incorporación de chucherías dulces o
snacks salados, se trata de productos con un sabor muy palatable e intenso y su
incorporación hace más complicada la adaptación del niño a sabores más neutros
o naturales. Es más conveniente que se acostumbre al dulzor de la fruta o al
sabor salado de un pescado sin necesidad de productos refinados.
EDAD ESCOLAR:
El ritmo de
crecimiento sigue siendo constante, más lento que el primer año de vida pero de
manera continuada. Además, ahora el niño tiene una gran actividad mental en el
colegio y una importante actividad física derivada de la práctica de deportes o
de sus actividades extraescolares.
El desayuno es una
de las ingestas más importantes en esta etapa, se trata de una comida que
en multitud de ocasiones se subestima y se olvida por falta de tiempo y
organización. Tampoco sirve que el niño tome muchos dulces en este momento, las
opciones más adecuadas serán: pan integral con aceite, cereales sin azúcar como
el muesli de avena o bizcochos caseros endulzados con melazas de cereales.
También recomiendo incluir una pieza de fruta en este momento del día.
Otro momento crucial
es la merienda, hay que estar atentos para que el niño tenga opciones
adecuadas, se trata de una ingesta que le ayudará a mantenerse con energía por
la tarde. La fruta y los frutos secos son
alternativas buenas para la media tarde.
ADOLESCENCIA:
La adolescencia es
una etapa de la vida marcada por importantes cambios emocionales, sociales y
fiosolóficos (estirón puberal, maduración sexual…), se trata de un periodo
difícil de la vida, supone una transición entre dejar de ser niño y empezar a
ser adulto. La ingesta tiende a volverse caprichosa por la personalidad más
independiente del adolescente y los nuevos patrones sociales a los que se
enfrenta, prescindiendo en ocasiones de rutinas y con un aumento de las comidas
fuera del hogar, los picoteos y las “comidas rápidas”.
Por otro lado, merece especial mención la preocupación que tienen
los adolescentes por su imagen corporal y la aceptación social. Es importante
que la familia sepa transmitir a los hijos el respeto por su cuerpo, al mismo
tiempo que unos adecuados hábitos alimentarios y de vida para evitar posibles
trastornos en la conducta alimentaria.
EDAD ADULTA:
La
primera etapa de la edad adulta sigue suponiendo un reto en la adquisición de
rutinas y dotes culinarias. La independencia absoluta a la hora de organizar
las comidas o incluso la nueva responsabilidad de organizar las de los hijos
supone todo un reto para la juventud.
Cuando un adulto
comienza su vida laboral suele cambiar su gasto calórico. Por un lado ya no
necesita la misma cantidad de energía que se necesita en la etapa de
crecimiento y, por otro lado, en muchas ocasiones la vida se vuelve más
sedentaria. Por ello es importante adquirir buenas rutinas de actividad física
y aprender a organizar las comidas para evitar el exceso de calorías que nos
lleven a ganar peso.
La alimentación no será igual en todos los adultos, dependerá de la
edad, la complexión física y el tipo de vida que desarrolle (sedentaria,
activa). En cualquier caso, sigue siendo conveniente evitar las grasas animales, los azúcares y las harinas refinadas.
También es importante aprender a cocinar y huir de las comidas precocinadas.
Los horarios de las comidas deben ser respetados, haciendo tres ingestas
principales y dos tentempiés, el desayuno será rico en hidratos de carbono de
absorción lenta y la cena ligera y de fácil digestión (verduras cocinadas,
pescados). Estos patrones pueden valer para prácticamente todo tipo de
personas.
Las mujeres experimentan una mayor cantidad de cambios en la edad
adulta, y hay que estar atentos a los cambios durante el embarazo, la lactancia
y la menopausia.
EMBARAZO:
Durante el embarazo
una mujer ve aumentadas sus demandas de energía y de nutrientes. No obstante,
esto no significa que deba “comer por dos”, simplemente hay que llevar una
alimentación más variada y nutritiva para cubrir las necesidades de hierro,
yodo, ácido fólico, proteínas, omega 3 y calcio. Es normal que la mujer
gestante aumente unos 9-10 kilos de peso durante el embarazo, debido a un
mecanismo compensatorio que permite utilizar la energía de reserva cuando las
demandas energéticas del feto aumentan. Por este motivo la alimentación de la
mujer tiene que ser suficiente para que no se comprometa su salud cuando
aumenta esta demanda.
TERCERA EDAD:
El proceso de envejecimiento implica un deterioro progresivo
natural, tanto físico como psíquico, además las necesidades
nutricionales cambian y el gasto energético es menoraunque las
demandas de ciertos nutrientes aumenten. Todo esto puede comprometer el
estado nutricional del anciano. Para que esto no ocurra la persona debe comer
cantidades más pequeñas que se digieran mejor, pero más veces al día. Hay que
evitar los alimentos muy calóricos que tengan poco valor nutricional como los
dulces, porque esto quita el apetito, pero no satisface las necesidades
nutricionales.
Hay que disminuir la ingesta de sal y aumentar el consumo de
verduras ricas en fibra y antioxidantes También conviene adquirir una buena
rutina en la ingesta de líquidos, ya que a veces disminuye la sensación de sed
y aparece la deshidratación. El consumo de un litro de agua al día es suficiente
si se consumen frutas y verduras todos los días.
Fuente: Web: www.medicinaintegrativa.com
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