Hay palabras cuyo sentido es comprendido por todos, aunque
desconozcamos su exacto significado gramatical. Cuando decimos de alguien que
es una persona bondadosa estamos pensando que es una persona llena de bondad
(1. adj.
Lleno de bondad, de genio apacible, dice el Diccionario de la RAE).
Lo que ocurre es que saber que es la bondad se presta a representaciones
mentales menos precisas, por lo que conviene recordar la significación de esta
palabra.
Según el indicado diccionario, por “bondad” se
entiende, en lo que ahora interesa,
De todas estas
acepciones, hay unas que parecen referirse al carácter: son todas aquellas que
califican el genio de la persona bondadosa (blandura y apacibilidad,
mansedumbre, dulce y agradable en la condición y el trato, de buen temple y
tranquilo) y otra, que es la que me parece más ajustada, que es la que alude a
la natural inclinación a hacer el bien.
Sin tener el más mínimo título para contradecir
las opiniones de la RAE, tengo para mí que la bondad es más una inclinación del
alma que un aspecto de nuestro carácter. Como ha escrito, Diego Guerrero
Zambrano “la
bondad es la disposición permanente a hacer el bien, de manera amable, generosa
y firme. Las personas bondadosas sienten un gran respeto por sus semejantes y
se preocupan por su bienestar. Si alguien no está en buena situación y necesita
ayuda, el bondadoso no duda en ofrecérsela, y lo hace sin ofender, amorosamente
y poniendo un gran interés en ello”. Añadiendo que “ser bueno, no quiere decir ser
blando, sumiso, ingenuo o sin carácter, como a veces se cree. Al contrario, los
buenos se distinguen por su fuerte personalidad, la cual se traduce en
inagotables dosis de energía y optimismo, y se refleja en su cálida sonrisa y
los sentimientos de confianza, cariño y respeto que infunden a su alrededor”.
No niego, en modo alguno, que
en el lenguaje coloquial decir de alguien que es una persona bondadosa no sea
entendido como una referencia a su carácter. Y tampoco discuto que existe en la
ciudadanía una asimilación entre “bondad” y “blandura o apacibilidad”. Lo que
quiero destacar es que la bondad tiene otro aspecto mucho más importante que
alude a una cualidad del espíritu y no tanto a una característica del carácter.
Ser bueno seguramente cuesta porque, como escribió Simone de Beauvoir “la
naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida”. Y es que
educar nuestro espíritu hasta que adquiera la disposición natural para hacer el
bien es difícil cuando lo tentador es precisamente optar por el mal, que suele
ser más mundano y divertido.
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