El Museo Histórico Nacional
exhibe “Cándido
López, entre la pintura y la historia”, una muestra que recorre la obra del
pintor argentino que retrató la Guerra de la Triple Alianza desde las
trincheras. López fue soldado y cronista: escribió un
diario y bocetó en carbonilla escenas de la guerra en la que una coalición
-formada por Uruguay, Argentina y Brasil- luchó contra Paraguay entre 1864 y
1870. Ahí,
en la batalla, López perdió el brazo derecho, reeducó el izquierdo y llevó
parte de esos bocetos al lienzo. La muestra cuenta con 23 cuadros pintados al
óleo. Se puede visitar hasta el 4 de junio.
Los óleos de López
tienen gran valor artístico y testimonial. “Él fue un actor del proceso
histórico, pintó lo que padeció en los frentes de batalla. Fue a la guerra con
las armas, pero también con el papel y el lápiz para reflejar lo que pasaba”,
explica el encargado del Área de Investigación del Museo Histórico, Miguel
Ruffo.
Antes de la guerra, Cándido era fotógrafo daguerrotipista y se dedicaba a retratar pequeñas ciudades de Buenos Aires y el sur de Santa Fé. Luego, comenzó a explorar la pintura y recibió las enseñanzas del pintor italiano Baldassare Verazzi. Cuando estalló la Guerra de la Triple Alianza planeaba un viaje a Europa para perfeccionar su arte, pero decidió enrolarse en el ejército para luchar en la guerra.
Ahí
registró cada momento, bocetó noventa cuadros y relató en un diario sus
vivencias. “Al presentarme como soldado voluntario en defensa de mi Patria en
una guerra nacional, me propuse también servirle como historiador con el
pincel”, narró López en una carta que le envió a Bartolomé Mitre en junio de
1887.
Su vida y su arte
dieron un vuelco en la batalla de Curupaytí, cuando un casco de granada le
destrozó la mano derecha y tuvieron que amputarle el brazo para detener la
gangrena. El “manco de Curupaytí”, como se lo conoció desde entonces, se vio
obligado a entrenar su mano izquierda y, con el correr de los años, llegó a
pintar cincuenta y dos cuadros. Algunos piezas representan campamentos, otras
narran batallas o los momentos en que un río es cruzado de orilla a orilla.
“Uno puede ver ciertas constantes en su obra -explica Ruffo- por ejemplo los
cielos, del bosque, los árboles, el agua. Los cielos encapotados revelan una
especie de ocultamiento de la luz por lo que está ocurriendo, una guerra que
trae aparejadas la herida y la muerte”.
El
historiador Roberto Amigo, en su libro Imágenes en guerra: La Guerra de la
Triple Alianza y las tradiciones visuales en el Río de la Plata, explica
que la mayoría de los cuadros fueron acompañados con textos explicativos de los
sucesos. “Esos textos presentan también una curiosidad: describir lo que no se
ve. Así, el pintor informó que tal batallón no aparece en el cuadro, por
cuestiones espaciales, pero ofrece su ubicación exacta, otorgando la
posibilidad de reconstruir toda la escena”, señala Amigo.
El propio López
declaró en su carta a Mitre: “No será por cierto una obra maestra de la
pintura, pero es la verdad de los hechos y de los detalles, salvados del tiempo
para servicio de la historia y de mi patria”. El pintor nunca le dio relevancia
plástica a su obra, sin embargo, sus cuadros fueron reconocidos tanto
artísticamente como por su valor testimonial. “Más allá de todo el valor
estético que tiene su obra, es una fuente documental no solo para el proceso
histórico sino también para el proceso medioambiental de toda esa región”,
explica Viviana Mallol, coordinadora técnica del Museo Histórico Nacional y
curadora de la muestra.
“Es el
artista más original de la segunda mitad del siglo XIX”, define Miguel Russo.
La muestra “Cándido López, entre la pintura y la historia” es una oportunidad
para conocerlo.
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