Fuente Universidad de Zulia-Existe una correlación fundamental entre
educación, ciudadanía y democracia, pues no se pueden pensar dichos constructos
o realidades de forma aislada cuando en su esencia brotan de lo colectivo y
comunitario. Se educa a un sujeto para ser libre, autónomo y con capacidad de
decisión en contextos que cambian permanentemente. Es decir,
Educación, ciudadanía y democracia son conceptos ideales
portadores de utopías y también realidades empíricas. Son tres conceptos
dinámicos que tienen luz propia y se alumbran entre sí, y comparten la tensión
entre lo que de hecho se da o es probable (realidad) y lo que es deseable
(idealidad) […] Así, en la medida en que la democracia es un orden en
construcción e incierto, la ciudadanía también lo es y, por tanto, la educación
para la ciudadanía; pero, también, el sentido común nos indica que sin
democracia no existe la ciudadanía y sin educación los ciudadanos no pueden
desarrollar las competencias necesarias para vivir en democracia.
Es así como la educación debe fortalecer la formación del sujeto
político y su pertenencia al colectivo social donde sea posible desarrollar
capacidades morales e intelectuales que puedan sostener la participación y por
ende la democracia como opción de vida. Si bien es cierto que no existe un
único sentido de la democracia, si queda claro que es una forma de organización
social cuyo sustento radica en la autonomía y participación de los individuos y
colectivos. De este modo, lo que legitimaría esta organización social sería la
dimensión ética con un carácter inclusivo desde un marco axiológico que
favorezca el cultivo del diálogo, la participación, la solidaridad, la
justicia, la verdad y la acogida, como camino para humanizar el mundo y como
espacio donde se es posible ser persona.
La educación debe fortalecer la formación ético-política de los
sujetos desde una ética de la responsabilidad, la cual debe ir más allá de lo
normativo y cuya prioridad consiste en ejercer la solidaridad incondicional con
los demás en un marco garante. Para realizar esta acción es necesaria una forma
apropiada de proceder con los otros, lo que implica saber tratar adecuadamente
al otro distinto a mí. Se trata de proceder de forma justa a las circunstancias
de la otra persona.
Es así que el sujeto
ético político podrá resignificar el orden colectivo como fundamento de una
democracia verdadera donde la acción responsable se orienta hacia aquellos que
se les ha negado un trato justo, un lugar en la tierra y en la historia, de
esta manera la historia se reconstruye desde los argumentos dados en el drama
de la vida20.
Así pues, la educación se constituye en un escenario primordial que prioriza lo
educable en la persona para disponerse a los cambios que transitan en el mundo
simbólico cultural a partir de generar consciencia que es el compromiso inicial
de todo sujeto político. Además, la educación no puede limitarse sólo a lo
formal, sino que debe trascender las estructuras materiales como depósito de
educación y posicionarse en las calles, ciudades, pueblos, entre otros, para
proclamarse como una educación callejera, mundana, donde acontece el principio
de realidad, que son los problemas que afectan el crecimiento de la sociedad.
Por ello la educación que identifica la democracia como opción de vida se
posiciona en los ámbitos: cultural, político, religioso, económico como lugares
epistémicos donde circula el conocimiento y la capacidad de aprendizaje que
poseen las personas.
La democracia como opción de vida implica a un sujeto consciente
de ser un agente moral y político donde la acción política, el debate, la
participación, la intención transparente, se constituyen en el camino para
resolver los conflictos de carácter convivencial, dialógico y de poder. De ahí
que el sujeto ético político debe ejercer un compromiso que va más allá del
proyecto personal para asumir los problemas y desafíos de orden social y
poderlos transformar con su capacidad de decisión.
Por esta razón, la
educación debe formar en capacidades para que las personas puedan reflexionar y
asumir coherentemente sus actos desde la capacidad crítica tan necesarias en la
sociedad actual donde poco se cuestiona y se asume mucho de lo que otros
deciden. Por ello la verdadera democracia, educación y política deben estar
permeadas de valores de libertad, autonomía, que contrarreste cualquier
discurso ideológico que busque coaccionar y fomentar el miedo. Una educación
que fomente la democracia como opción de vida apuesta por la dignidad humana21 como
valor supremo y originario del derecho a la vida; un derecho radical y
constitutivo de la condición humana. Es así que la educación debe asumir su
papel de animar a la configuración de sociedades más humanas donde la democracia
para toda la vida debe ser una convicción que alimente las consciencias de los
seres humanos y así se pueda mejorar las condiciones de vida de hombres y
mujeres.
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