La leyenda del lobizón es un mito
popular en Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil. Cuenta
que el lobizón es un ser mitad hombre y mitad bestia que se transforma en un
animal parecido a un perro o un lobo.
El “lobizón” o
“lobisome” es una bestia mítica, un enorme perro de color negro, de ojos
brillantes y fosforescentes, de dientes amenazantes, largos y que se
entrechocan continuamente. Su pelo es sucio y su presencia maloliente.
Sus costumbres son
asquerosas. La transformación se realiza dando revolcones en basurales y
excrementos porque, para lograr la forma de animal, el condenado a ser “lobizón”
debe, desnudo, cubrirse de inmundicias.
Es “lobizón” el séptimo hijo varón de un matrimonio. La maldición cae sobre él inmediatamente y, salvo la ayuda de su madrina o padrino, que debe castigarlo con una escoba cuando tiene la forma de animal, vivirá toda su existencia teniendo cada viernes que salir a cumplir su cometido, es decir, desnudarse, revolcarse en cosas inmundas, rondar los cementerios y comer cadáveres.
El individuo, en su aspecto humano, es reconocido por las personas entendido
por ser, por lo general, un hombre delgado, pálido, de mal color, de aliento
fétido (debido a su alimentación). Suele ser bueno, humilde, medroso e
introvertido.
El “lobizón” puede
morir, y su muerte se produce de dos formas: la primera de ellas, hiriéndolo
con una bala de plata crucificada y bendecida, tratada por una persona que
sepa. La segunda forma, es sacándole ciertas señales (una cruz, por ejemplo)
que tienen entre piel y carne debajo de uno de los brazos. Esto se hace
mientras conservan la forma humana.
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