**Debemos cultivar la bondad desde la más
tierna edad, en nuestros niños y niñas.
Experimentos científicos han demostrado cómo
la activación de partes del cerebro que se producen con la práctica de la
bondad son muy beneficiosas.
Cuando vemos a alguien
bondadoso, algo muy profundo resuena en nuestro interior. Da la sensación como
si dentro de nosotros, la bondad que habita en lo más hondo de nuestro Ser
despertara al verse reflejada en ese acto bondadoso que contemplamos.
Hay una hormona de
excepcional interés en la medicina que se llama oxitocina. La oxitocina entre
otros efectos, tiene una función protectora sobre el corazón. Resulta
fascinante saber que se ha demostrado en estudios médicos que cuando una
persona tiene un gesto de bondad con otro ser humano, suben los niveles de
oxitocina en la persona que lleva a cabo el acto bondadoso, en la persona que
lo recibe y también por muy sorprendente que parezca, en la persona que lo
contempla.
El amor cambia el cerebro
También resulta de un enorme interés la
investigación realizada en el campo de las neurociencias y que demuestra que el
ejercicio de la bondad tiene un impacto muy significativo tanto en el cerebro
como en otras partes del organismo.
Gracias a que una serie de expertos
en meditación se brindaron a convertirse en “conejillos de indias”, se ha
podido saber qué es lo que ocurre en el cerebro de una persona cuando realiza
un ejercicio de meditación que se denomina de benevolencia, compasión y amor
altruista. En este ejercicio, el voluntario, introducido en el interior de una
cámara de resonancia funcional magnética, la cual puede medir con gran
precisión la actividad cerebral, empieza a experimentar el amor que siente
hacia personas a las que se siente muy unido.
A continuación, proyecta esos mismos
sentimientos a personas con las que se siente menos conectado afectivamente y,
finalmente, proyecta esos mismos sentimientos de benevolencia, compasión y amor
altruista al mundo entero.
La activación del sistema
nervioso parasimpático produce una mayor actividad del sistema inmunológico que
nos protege frente a bacterias, virus y tumores. Lo que resulta asombroso, es
ver cómo a medida que esa persona se va sumergiendo en dicha práctica
meditativa, el cerebro empieza a cambiar su modo de funcionamiento. Lo primero
que se observa es una intensa actividad en la región prefrontal izquierda. Esto
significa, ni más ni menos, que esta región del cerebro tiene una estrecha
relación con dichas experiencias de benevolencia, compasión y amor
incondicional. Cuando se observa un aumento de la actividad en una región del
cerebro, esa misma región también se está fortaleciendo. Sería algo así como un
músculo que aumenta de grosor y se hace más robusto cuando levantamos una pesa
y lo ejercitamos.
El tipo de cambios que tienen
lugar en las neuronas de esta región son muy variados. Por una parte se forman
nuevas conexiones entre las distintas neuronas y por otro, aumentan los
receptores en la propia membrana de esas mismas neuronas. La membrana es lo que
rodea a la neurona y los receptores son las puertas de entrada para que los
estímulos que le llegan a una neurona procedentes de otras, generen un impacto
en dicha neurona. De esta forma y poco a poco, estos nuevos receptores hacen
que las neuronas se hagan de alguna manera “adictas” a experimentar dichas
emociones de benevolencia, compasión y amor altruista.
Eso quiere decir, que de
forma cada vez más natural, nuestro cerebro nos va a impulsar a experimentar
esos sentimientos positivos y a buscar esas experiencias de afecto y cercanía
inhibiendo los sentimientos de miedo.
Además, la activación de la
región prefrontal izquierda activa lo que se denomina el sistema nervioso
parasimpático. Esta es la parte del sistema nervioso que promueve la serenidad
mental y la reparación del desgaste que experimenta el organismo. La activación
del sistema nervioso parasimpático, además produce una mayor actividad del
sistema inmunológico que es el que nos protege frente a las enfermedades. Como
no puede existir auténtica felicidad sin el otro, da la impresión a la vista de
lo expuesto, que cuando somos bondadosos con los demás, sin buscarlo, también
nosotros nos beneficiamos.
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