SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 15 de febrero de 2018

¿Por qué algunas mujeres u hombres con el alcohol se vuelven agresivos?

El estudio de los efectos del alcohol sobre el organismo y las conductas del ser humano, es un tema con una gran cantidad de investigaciones a sus espaldas. Sin recurrir a la obviedad de la importancia que tiene conocer cómo afecta a la salud (de lo cual, ya se encarga la medicina y algunos campos de la psicobiología) el estudio del alcohol tiene otro importante punto. 

Dado que el consumo de alcohol se extiende por todo el mundo, incluido por los países en los que la religión no lo permite (como la Islámica), es imprescindible entender cómo este afecta al desarrollo de conductas agresivas.

En psicología concretamente, la mayor parte de los estudios realizados sobre el tema son de carácter estadístico y descriptivo.  Es decir, recogen los datos cuantitativos en lo que respecta a consumo de alcohol de una población y la cantidad de agresiones producidas en la misma población. De este modo se puede comparar con otras poblaciones y observar, si a mayor consumo de alcohol mayor cantidad de conductas agresivas.
Evidentemente, este tipo de estudios arrojan mucha información, pero incompleta, ya que no demuestran causalidad. O lo que es lo mismo, que en una población haya mayor índice de conductas agresivas y consumo de alcohol, no implica necesariamente que el aumento  de conductas agresivas se deba al aumento del consumo de alcohol.

Es aquí, cuando entra la segunda técnica de investigación con el que cuenta la psicología, la experimentación.
El Experimento
Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Ohio se plantearon la siguiente pregunta: ¿Por qué algunas personas cuando beben se vuelven tan agresivas y peligrosas, mientras que otras se vuelven simpáticas y alegres?
El siguiente estudio fue publicado en la revista Journal of Experimental Social Psychology.
El equipo de investigación encabezado por Brad Bushman pidió a casi 500 voluntarios (misma cantidad de hombres y mujeres),  que participasen en (lo que parecía) un simple juego.

Antes del experimento, se les administraba un cuestionario para cuantificar el sentimiento de responsabilidad por las consecuencias futuras de sus actos. O dicho de otra forma, con el cuestionario se pretendía medir el grado en que cada uno de los sujetos asume la responsabilidad de sus actos. De este modo, los investigadores pudieron clasificar a los sujetos en un grupo de irresponsables y otro de responsables. Además, se les dividía en dos grupos. A uno, se le daba una bebida con una cantidad de alcohol muy reducida, mientras que al segundo grupo, se les daba una bebida con una cantidad de alcohol suficiente como para entrar en un estado de embriaguez.
El “juego” consistía en apretar un botón, antes que el contrincante (iniciando de este modo, un clima de competición), cuando aparecía una señal. Pero realmente, un ordenador elegía al ganador de forma aleatorio, por lo que daba igual quien pulsase antes el botón.
El ganador después de cada pulsación, podía dar una descarga eléctrica a su contrincante eligiendo tanto la duración como la intensidad de la misma. Con esto, se podía medir el nivel de agresividad de los sujetos (cuanta más duración e intensidad de la descargar, más agresivo).
Los resultados
Si comparamos las puntuaciones de agresividad de los responsables con los irresponsables (ambos en estado sobrio), fueron los irresponsables los que mostraban mayor índice de agresividad, ya que daban descargas más largas e intensas a sus competidores.

Comparando ahora, los niveles de agresividad entre los irresponsables sobrios y los irresponsables ebriosse obtuvieron puntuaciones que confirmaban lo que todos esperaban, pero pasó algo sorprendente. ¡Los sujetos irresponsables ebrios puntuaron tan alto en agresividad, que las puntuaciones se salieron de la escala creada previamente por los investigadores! Y como comentó Bushman:
La Interpretación
Como bien se sabe, el consumo de alcohol a niveles cognitivos, inhibe gran parte de nuestros mecanismos de autorregulación. Estos mecanismos normalmente permiten regularnos en contextos socialesevitando que hagamos lo que nos apetece o lo primero que se nos pasa por la cabeza cuando el contexto no es adecuado. Cuanto mayor es la cantidad de alcohol, mayor es la desinhibición (de ahí lo de “sentirse desinhibido”).
Si a esto le sumamos, que la persona no suele hacerse responsable de sus actos, pues tendremos la combinación perfecta para explicar los resultados obtenidos en el estudio.
Michael McKloskey, de la Universidad de Temple, nos anima a ver estos resultados con cierto optimismo, ya que la impulsividad de los individuos es moldeable.
El hecho de que los impulsivos reaccionen (con o sin alcohol) de forma agresiva, se debe a un sesgo cognitivo. Dicho con otras palabras, las personas muy impulsivas, tienden a pensar del siguiente modo: “Si una situación me resulta frustrante o desagradable, es precisamente porque intenta fastidiarme.”
Es por ello, que si aprenden mediante diversas técnicas, a ver la situación de forma más objetiva, conseguirán aumentar la capacidad para mantener la calma y reprimir su ira.

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