SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



viernes, 10 de agosto de 2018

PARA tener en cuenta: La Argentina se ubica entre los países con mayor riesgo de desertificación.

Según la Convención de Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés), las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas ocupan el 41 por ciento del planeta y, en ellas, habita el 38 por ciento de la población mundial. En la Argentina, estas tierras constituyen aproximadamente el 75 por ciento del territorio y se ubica entre los países con mayor superficie en riesgo de sufrir este proceso de degradación del suelo. En este contexto, la trayectoria y conocimiento del INTA resultan clave.

En el marco de la celebración por el Día mundial de la lucha contra la desertificación, para Donaldo Bran –técnico del INTA Bariloche, Río Negro, y referente del Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación–, nuestro país “tiene un rol destacado en cuanto a la responsabilidad de gestionar un porcentaje importante de las tierras secas del planeta”.

Con este fin, desde hace más de 25 años, los investigadores del INTA trabajan con el fin de neutralizar la degradación de la tierra, mediante el abordaje de los procesos de erosión y desertificación, acentuados por la actividad humana, que afectan las tierras áridas y semiáridas de la Patagonia.
La degradación de tierras es uno de los mayores problemas ambientales en todo el país y para gestionarla es fundamental contar con sistemas de monitoreo que permitan detectar su tendencia y proporcionen alertas tempranas.

En este contexto, surge el proyecto de organizar un Observatorio Nacional de Sustentabilidad Rural conformado por un sistema de observatorios de sustentabilidad local (OS) en las diferentes ecorregiones del país y capas de información de síntesis de nivel regional y nacional.
Bran ponderó esta herramienta de monitoreo participativo que incorpora un conjunto amplio de individuos e instituciones que se agrupan con el fin de monitorear, evaluar e incidir en políticas o procesos.

Estos elementos de gestión estratégica para las regiones y territorios recolectan, analizan y generan información cuantitativa y cualitativa de un modo continuo que acompaña la toma de decisiones y sirven como referencia ambiental.

El cambio climático y el suelo:


“En ese tipo de ambientes de nuestro país la actividad humana más extendida es la ganadería extensiva sobre pastizales naturales. El aumento de las condiciones de aridez y el desbalance de nutrientes llevaría a una disminución de la fertilidad de los suelos, provocaría una menor productividad de los pastizales y, en consecuencia, una menor producción ganadera”, explicó Bran.
El especialista resaltó que el desbalance de nutrientes se produce de manera abrupta al pasar de ambientes semiáridos a áridos. Por lo tanto las regiones más afectadas serían las semiáridas en las que el cambio climático aumente las condiciones de aridez.

Sin embargo aclaró que los estudios sobre cambio climático muestran que el aumento de la aridez no sería uniforme para todas las regiones sino que habría áreas más afectadas, otras menos, e incluso algunas se podrían volver más húmedas.
Por ejemplo, para Patagonia Norte algunos modelos muestran escenarios donde podría darse un ligero aumento de las precipitaciones, especialmente en las lluvias de verano y otoño.

De todas maneras esos modelos señalan una aumento de las temperaturas, con mayores incrementos en el NOA, Cuyo y, en menor medida, en Patagonia, y esas mayores temperaturas implican mayores tasas de evaporación potencial y por lo tanto mayor aridez.

Un país con los ambientes monitoreados:


En la década del ‘90 el INTA y otros organismos realizaron el primer mapa de desertificación de Patagonia. Y, aunque los investigadores destacaron su validez, esta herramienta no les permitía conocer si el deterioro avanzaba o se revertía.
En consecuencia, en 2008 se lanzó la iniciativa de Monitoreo Ambiental de Regiones Áridas y Semiáridas –MARAS-, un sistema compuesto por una red de 380 monitores que se extiende desde la provincia de La Pampa hasta Tierra del Fuego.
Esto permite observar el estado de la vegetación y del suelo y analizar la tendencia de algunos indicadores de los pastizales naturales, información que es utilizada por los productores para planificar el manejo sustentable de los establecimientos.
“MARAS constituye una amplia red de escala regional que, con una metodología unificada, no sólo facilita el seguimiento a largo plazo de la vegetación y del suelo, sino también la comparación de los distintos pastizales”, remarcó Bran.
Y agregó: “Las primeras lecturas realizadas por la red permitieron obtener un diagnóstico de la situación actual de los pastizales: diversidad, cobertura, estructura y contenido de materia orgánica y nutrientes del suelo”.
Asimismo, indicó que “las siguientes mediciones evaluarán la tendencia de estas variables, es decir, la respuesta de los pastizales a la combinación de condiciones climáticas e intervención humana”.
Del proyecto argentino participan más de 50 investigadores de diferentes entidades como el INTA, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y la Universidad Nacional de Buenos Aires. Además, se destaca el Centro de Investigaciones Patagónicas y el Centro Científico Tecnológico Mendoza, ambos coordinados por el Conicet, y otros organismos provinciales y nacionales, como la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.

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