SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 2 de agosto de 2018

Soy INCOMPRENDIDO o INCOMPRENDIDA, una frase muy utilizada por estos días por adolescentes y jóvenes.

Aunque nadie puede comprender a otro ser en todas sus dimensiones, muchas veces hay quienes creen que solo siendo comprendidos por un otro son realmente amados. ¿Cómo reconocer que el amor también abarca otras formas de ver y de ser vistos?


Dijo Carl  Jung: “Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se lo comprenda por completo”. ¡Qué maravilla este concepto y qué equivocados estamos cuando creemos que para ser amados es indispensable ser comprendidos. Puede que alguien nos ame aunque no nos comprenda. De hecho, si miramos nuestro pasado, posiblemente observemos que nosotros mismos no nos comprendíamos.
¿Estaremos comprendiendo quiénes somos ahora, por completo, o en el futuro descubriremos que aún no del todo? A juzgar por el paso del tiempo, tengo la certeza de que ciertas cosas que suceden me indican que todavía no me comprendí en determinados aspectos de quién y cómo soy.

 Pero eso no me angustia: me invita a seguir explorando, con el mismo sentir de ese otro genio, David Thoreau: “Mi vida es un experimento que jamás deja de tener interés para mí”. Aunque a veces sufra, rechace o sea rechazada. Aunque a veces crea tener todo claro… ¡hasta que viene la vida y con un gesto casi de maga me quita la alfombra de bajo mis pies y me caigo de bruces!
Me gusta comprender la palabra “comprender” con esta analogía; tomo cualquier manzana de Buenos Aires y digo: “Tal casa está en la manzana comprendida entre las calles Salguero, Honduras, El Salvador y Medrano”. Como vemos, “comprender” es también abarcar. La Real Academia Española lo define así: “capturar completamente lo que sucede o lo que se ha dicho”. Si tomo en cuenta esto, ¿quién puede “capturar completamente” todo lo que yo soy? ¿Quién puede abarcarme por entero?

Sin embargo, aspirar a ser comprendidas implica para algunas personas una atroz desesperación, como la de alguien mudo queriendo avisar que han puesto una bomba en el cuarto piso. La educación que todos recibimos nos formatea para entender (a qué temperatura se congela el agua, por qué tal batalla en tal país, cómo funciona el sistema digestivo…). Y entender es, sin duda, una herramienta indispensable (imaginemos que fuese un tenedor), ¡pero no es lo mismo que comprender! 
De hecho, son dos regiones del cerebro diferentes las que se activan para uno u otro proceso: el hemisferio izquierdo es el que puede entender (capacidad en la que media el razonar); en cambio, el comprender requiere que encendamos el hemisferio cerebral derecho (capaz de captar honduras sensibles). A veces el comprender es tan grande que hasta enciende el hemisferio izquierdo y podemos aunarle pensamiento. Otras, la comprensión es sin palabras. Allí podemos darnos cuenta de que si quisiéramos entender, sería como pretender, con ese tenedor del entendimiento… ¡tomar un caldo! Es, simplemente, una herramienta equivocada.
No todo en esta vida está para ser entendido, y que no seas comprendido por muchos solo evidencia que no pueden abarcarte. Estoy segura de que muchos se quedan escrutando tu insondable interior maravillados ante una lluvia de estrellas. Descansá, no sufras en vano: con la mirada en alto, podés hacer de tu vida algo bello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario