Cada primer sábado de
mayo y todos los 19 de septiembre y 16 de diciembre se produce la portentosa
licuefacción de la sangre seca de San Genaro, el patrón de Nápoles. Si no lo
hace, los napolitanos piensan que se producirá una catástrofe.
Esos
días sale una procesión por las calles de la capital en la que se lleva una
ampolla que dicen que contiene
la sangre del santo , que según la hagiografía católica era un obispo que fue
decapitado por el emperador Diocleciano (284-305) y del cual existen sospechas
de su inexistencia. Con todo, lo cierto es que de la famosa sangre no se tiene ningún
registro histórico anterior a 1389. Curiosamente, una época muy
fértil en falsas reliquias.
El milagro se lleva produciendo 600 años como un
reloj, y los napolitanos están
convencidos que si no se produce un gran desastre está a la vuelta de la
esquina. Así pasó en al menos 5 ocasiones, como la plaga que
asoló la ciudad en 1527 y el terremoto de 1980, donde murieron 3.000 personas.
Por desgracia, existe un curioso contra-argumento a esta capacidad predictiva
de la sangre: el pasado 16 de diciembre no se licuó y no ha pasado nada.
Mejor aún fue lo que pasó en 1799, cuando el
ejército francés entró en Nápoles. El clero, con capacidades proféticas, dijo
que el milagro de San Genaro no se produciría . Así fue y la gente empezó a vociferar. Entonces el general
francés Jean Étienne Championnet dijo a uno de sus ayudantes:
"Vaya a ver al sacerdote y dígale de mi parte que si la sangre no se licua
en cinco minutos hago bombardear Nápoles". Poco tardó en producirse el
milagro.
¿Es realmente sangre ? No se sabe,
pues la Iglesia no permite tomar una muestra. Sólo se han podido realizar
análisis espectroscópicos a través de la ampolla, que determinan que ahí hay sangre .
Claro que puede haber algo más.
En el siglo XIX un
ilusionista italiano llamado Giovanni Bartolomeo Bosco asombró a los
napolitanos al reproducir en el teatro San Carlos la licuefacción de la sangre
durante varias sesiones y de forma más impresionante. En 1991 la prestigiosa
revista científica Nature publicó que la sangre de
San Genaro era una mezcla tisotrópica, una mezcla que se solidifica y se licua
si se agita convenientemente.
El profesor de química
orgánica de la Universidad de Pavia, Luigi Garlaschelli, y dos colegas de Milán
reprodujeron el milagro con una mezcla de caliza, cloruro de hierro hidratado y
agua salada. El norteamericano Joe Nickell hizo lo propio con aceite, cera y sangre de
dragón , una resina brillante roja que se
obtiene de diferentes especies de cuatro distintos géneros botánicos (Croton,
Dracaena, Daemonorops y Pterocarpus ) y que se usaba como barniz,
medicina, incienso y tintura.
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