Raro es quien no ha oído hablar alguna vez de la psoriasis, una enfermedad muy común de la piel que se manifiesta por lesiones en la piel de color rojo cubiertas de escamas y afecta a alrededor del 2% de la población. El 90% de los que la padecen sufren psoriasis en placa, que reduce seriamente la calidad de vida.
El culpable de la psoriasis no es otro
que el propio sistema inmunitario. Lo que ocurre en estos pacientes es que las
defensas del cuerpo se conjuran para generar –y, lo que es peor, mantener–
lesiones importantes en la piel. En concreto, los linfocitos T producen
citoquinas a raudales, unas moléculas que desencadenan inflamación y las
alteraciones cutáneas.
Lo bueno de esta inflamación crónica de
la piel es que en el origen del problema puede estar también la solución. La
psoriasis es uno de los mejores ejemplos de cómo la investigación traslacional
en inmunología permite generar terapias innovadoras. Ese mismo sistema
inmunitario que “se rebela” y causa la enfermedad ha permitido producir unos
medicamentos, llamados biológicos, que a estas alturas son el mejor aliado del
paciente moderado-severo con afectación de una amplia superficie corporal. En
otras palabras, el sistema inmunitario es a la vez enemigo y aliado en
psoriasis.
¿En qué
consiste un tratamiento biológico?
¿A qué nos referimos cuando hablamos de
“tratamiento biológico”? Pues ni más ni menos que a una terapia basada en
anticuerpos humanos –o inmunoglobulinas–. Es decir, en esas moléculas que
normalmente forman parte de nuestras defensas y nos protegen de infecciones.
En concreto, los anticuerpos para tratar la
psoriasis han sido diseñados en un laboratorio para atacar las citoquinas
producidas por los linfocitos T. Una vez inyectados en el organismo del
paciente, se unen a las citoquinas y evitan que éstas ataquen a la piel. De
este modo, las lesiones que cubren una parte importante de la superficie
corporal desaparecen mientras se mantiene el tratamiento.
El uso de los tratamientos biológicos ha
permitido conocer qué citoquinas concretas están implicadas en la psoriasis.
Concretamente, las citoquinas claves son las IL-23,
IL-17A e IL-17F. Es más, una sola inyección de anticuerpo contra
IL-23 en pacientes severos genera una mejora del 90% o mas de sus lesiones
durante más de 24 semanas.
Por el contrario, aunque la IL-8, el
interferón gamma, el interferón alpha y la IL-22 están presentes en las
lesiones, su neutralización mediante anticuerpos específicos no mejora al
paciente.
Eso sí, hay que matizar que estos
fármacos no se dispensan en las farmacias. Los suministran exclusivamente los
hospitales a petición del dermatólogo. Y en su mayoría son fármacos
autoinyectables que el paciente se administra en casa.
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