SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 14 de diciembre de 2023

HOY VISITAREMOS la Parroquia San Carlos Borromeo y Basílica María Auxiliadora de CABA, y disfrutaremos de las manos creadoras del hombre.

 

La parroquia San Carlos de Almagro, se erigió como iglesia en terrenos donados por los hermanos Francisco, Fermín y Martín Estebarena, en 1872, a la Sociedad Progresista de Almagro. Se levantó en la mitad de la cuadra de la actual calle Quintino Bocayuva, frente al pasaje San Carlos.





Dado que ni los padres bayoneses, ni los capuchinos, aceptaron las responsabilidades por este templo, debieron hacerse cargo unos capellanes dependientes de la parroquia de San José de Flores. Pero el Arzobispado consideraba necesaria la instalación de una orden religiosa, con la Iglesia como parroquia. Por tal motivo se la ofreció a los Salesianos quienes aceptaron y el 8 de mayo de 1878 se constituye formalmente  como Parroquia San Carlos.




Ante un marcado crecimiento del barrio, la Congregación Salesiana planteó la necesidad de construir un templo mas grande. Un lugar que sirviera para mejorar la atención espiritual de los vecinos.

El padre José Vespignani, párroco de San Carlos, informó el 1° de abril de 1899 sobre su construcción. En la declaratoria agregó que se haría en honor María Auxiliadora, Patrona de la familia Salesiana. La piedra fundamental  se colocó en junio de 1900. La celebración la precidió Monseñor Juan Cagliero, quien acepta que sea la sede parroquial de San Carlo. Julio Argentino Roca, presidente de la Nación y Teodolinda Fernández de Alvear, una de las bienhechoras, presidieron la ceremonia.




 

El arquitecto Ernesto Vespignani, hermano del párroco, viajó desde Turín para encargarse del diseño de la obra. La única condición que se le puso es que fuera lo suficientemente amplio para recibir a los numerosa feligresía del barrio. En la fiesta de Maria Auxiliadora de mayo de 1910, aniversario del Centenario de la Revolución de Mayo, el templo se inaugura. Vespigiani hizo un altar-camarín para albergar su imagen.

Las obras continuaron hasta terminar, en 1920, el conjunto educativo que incluía al Colegio de Artes y Oficios, y el Oratorio San Francisco de Sales. Ese colegio, Pio IX, junto al San Juan Evangelista de La Boca el gran asentamiento de la Congregación Salesiana en la Argentina. El punto de partida para difundir la tradición de formar profesionales y oficiales.

 



La parroquia San Carlos Borromeo y el templo de María Auxiliadora

«El templo es de estilo románico; no es éste sino el desarrollo de las antiguas formas romano-cristianas (…) especialmente en la Lombardía, por cuya razón tomó también el apelativo de lombardo. Nos pareció conveniente dicho estilo porque está más en armonía con la antigua advocación del Templo que está confirmada en el nuevo, y dedicado como aquél a san Carlos, arzobispo de Milán. Pero mucho más aún por ciertos rasgos característicos de este estilo que responden admirablemente a las particulares exigencias de un templo como éste en el que deben congregarse los fieles de la parroquia y los alumnos del colegio anexo, sin molestia recíproca, sino con mutua edificación»

Ernesto Vespigiani



La basílica tiene su ubicación en la esquina del conjunto, una característica de Vespigiani. También está construida a un metro y medio, sobre el nivel de la vereda, por dos espacios bien definidos, la cripta y el templo. Este, a su vez, consta de dos niveles. La planta baja para albergar a los feligreses y, las galerías superiores  para el alumnado (como ocurre  el Liceo Ginnasio Salesiano Valsalice de Turin, Italia). Su estructura tiene  una superficie de 1800 metros cuadrados. El arquitecto no escapa a la concepción religiosa puesta de manifiesto en los tres niveles como una clara simbología metafórica de los estadios de la iglesia «la Purga», «la Militante» y «la Triunfante».

Nuevamente a Vespigiani describe su templo

«La fachada ostenta los rasgos esenciales de estilo románico con la inclinación en el frente en armonía con la del techo, las pilastras que se dividen en tres partes para indicar la repartición interna de las naves, rematándose con graciosos pináculos a manera de templete.

Aumenta la majestad de la fachada el campanario que se levanta en medio hasta alcanzar, con la extremidad superior de la cúspide, la altura de cincuenta metros desde el suelo sin que se confundan en lo más mínimo sus líneas generales.

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