El
más completo estudio realizado hasta ahora sobre el perfil genético de los
homosexuales revela una predisposición que no determina la conducta.
El pasado 30 de agosto se publicó
en la revista Science el estudio genético más
amplio realizado hasta la fecha sobre la orientación sexual. Los veintiún
investigadores, de diferentes centros y países, han identificado variantes
genéticas asociadas a la conducta no heterosexual analizando el genoma completo
de 477.522
participantes de Estados Unidos, Reino Unido y Suecia.
Esta enorme muestra permite calificar de certeza científica aspectos ya
conocidos, pero necesitados de confirmación con muestras más amplias.
¿Qué
son variantes genéticas y qué información aporta su análisis? El ADN humano
tiene 3.200 millones de pares de bases con secuencias concretas de las cuatro
existentes: adenina (A), timina (T), citosina (C) y guanina (G). Los individuos
de cada especie tienen la misma secuencia, pero en lugares concretos (loci)
existen variaciones muy pequeñas como el cambio de una sola base por otra. Por
ejemplo, el genoma de unas personas tiene en un sitio (locus) concreto de un
cromosoma GTGCT, y el de otras, GTCCT. Si esa variación ocurre al menos en un
1% de una población, quienes la tienen poseerán un rasgo característico que les
diferencia de los que no la tienen.
Los autores del estudio han demostrado la existencia
de numerosos loci asociados con el comportamiento homosexual. Al casi medio
millón de personas, cuyo ADN estaba secuenciado en las grandes bases de datos
utilizadas en este estudio, se les preguntó por sus relaciones sexuales. Y el
resultado fue que los que manifestaron tener conducta homosexual tenían un
perfil de loci similar entre ellos, pero diferente de los que respondieron que
habían tenido relaciones con personas de distinto sexo.
Es
importante tener en cuenta que, aunque las preguntas a los participantes en
este estudio se centraron solo en el aspecto de la conducta –con quiénes habían
tenido relaciones sexuales–, los investigadores realizaron análisis adicionales
que pusieron de manifiesto que el comportamiento sexual, la atracción, la
identidad definida por la orientación sexual, y las fantasías, están
influenciadas por un conjunto similar de variantes genéticas. Es decir, una
cosa es analizar la genética que subyace a la orientación sexual, y otra bien
distinta es la afirmación de un determinismo genético de la conducta de
personas libres, sea cual sea su concreta orientación sexual.
Los
principales resultados del estudio se pueden resumir en cinco puntos.
1.
No
existe un gen que determine la homosexualidad:
Una
conclusión del estudio es que la base genética que subyace a la conducta
homosexual es amplia, poligénica. Ciertamente, es bien conocido que no existe
un único determinante genético –a veces denominado “gen gay” en los medios de
comunicación– que cause esa tendencia, ese rasgo. No existe un determinismo
genético que haga que, como a veces se dice, algunos “nazcan homosexuales”.
Por el contrario, como queda claro tras esta
publicación, muchos loci con efectos individualmente pequeños y diseminados por
todo el genoma contribuyen a una predisposición. Una predisposición significa
que la genética no causa necesariamente ese rasgo y que la tendencia se
manifestará o no por la influencia de otros factores no genéticos –el entorno,
la personalidad, las vivencias–, y la conducta dependerá de una decisión personal.
Por ejemplificarlo, con el peligro de los ejemplos si se toman al pie de la
letra, hay personas con predisposición a alto peso y existe base genética para
esa tendencia, pero dependerá también de las costumbres alimentarias, el
ejercicio, etc. que lleguen o no a sufrir una cierta obesidad.
2. No existe una base genética idéntica en hombres y mujeres
homosexuales
Otros
resultados de este estudio ponen de manifiesto que ese conjunto de loci
distintivo de la homosexualidad solo coincide parcialmente en hombres y
mujeres. No obstante, para unos y otras los perfiles genéticos asociados con el
comportamiento homosexual y con el heterosexual son distintivos, tanto si se
utiliza como parámetro de medida la identificación con una determinada
orientación sexual, o la atracción por personas del mismo o de diferente sexo.
Más
aún, los autores demuestran que en las mujeres homosexuales la predisposición
genética es menor que en los hombres. De hecho, la mayoría de ellas son
bisexuales, y posiblemente se deba a lo que generalmente se ha pensado: en las
mujeres la homosexualidad tiene un fuerte componente psicológico de rechazo al
varón, en la mayoría de los casos por haber sufrido abuso sexual; se suele
hablar de un deseo, en ellas, de experimentar “su lado masculino”. La
proporción de hombres exclusivamente
homosexuales es considerablemente mayor.
3. La sexualidad no es tan fluida como se plantea
Tradicionalmente
la sexualidad de hombres y mujeres se clasificaba en heterosexual, bisexual y
homosexual. En 1948, el biólogo Alfred Kinsey propuso la “escala de
calificación heterosexual-homosexual” con 7 grados que van desde 0
–exclusivamente heterosexual– a 6 –totalmente homosexual–, siendo el 3
bisexual. Y cada persona en las distintas etapas de su vida fluctuaría por esa
escala en cualquier dirección, de manera que cuanto más atraída se sienta por
el mismo sexo, menos atraída se siente por el sexo opuesto.
Esta
idea de la orientación sexual como un proceso dinámico y sujeto a variación se
ha ampliado hasta incluir aspectos de la atracción, el comportamiento, las
fantasías, las emociones y las preferencias sociales y estilos de vida,
mientras excluye el sexo biológico. Pero no concuerda con los datos de la base
genética de la orientación sexual puesta de manifiesto en este estudio.
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