¿Por qué en 1816 no se
utilizó el edificio del Cabildo tucumano que, por lógica, debía ser el
escenario más apropiado para las reuniones de los representantes de las
provincias? El motivo es que en esa época estaban refaccionándolo.
Hacía bastante tiempo
que el gobierno tucumano había alquilado parte de la casa donde se celebraron
las reuniones. Pagaba 25 pesos mensuales y allí funcionaba una oficina de la
aduana, hasta que fue cedida a
los congresales a partir del 24 de marzo de 1816.
Esa propiedad integraba la dote que recibió
Miguel Laguna cuando se
casó con Francisca Bazán. Para 1816, Francisca era una mujer mayor y viuda. Sus
hijos se encargaban de la renta de sus propiedades.
Los cuartos que daban
al frente de la casona, instalada en un terreno de 2.100 metros cuadrados , se empleaban para venta de mercadería. En aquel
tiempo era habitual que se alquilaran los ambientes del frente de las
propiedades para ser destinados al comercio.
Al salón de sesiones
se llegaba atravesando un patio interno. Esto significa que las clásicas
imágenes de vecinos eufóricos junto a las ventanas de la calle no se corresponden con la
realidad.
Fue necesario
acondicionar el salón donde deliberarían nuestros patriotas: se tiró una pared abajo con el
fin de obtener un ambiente de 75 metros cuadrados .
En 1869, la casa
histórica era una propiedad privada en ruinas que estaba a punto de ser
demolida. El diputado tucumano Tiburcio Padilla propuso comprarla y allí se instaló una sucursal del correo.
Casualmente, ese mismo
año arribó a Tucumán el primer fotógrafo, Ángel Paganelli, quien realizó la única toma que se ha hecho de la
casa original (que es la que vemos más arriba).
De todas maneras, el
frente no se salvó de la piqueta: se tiró abajo en 1903. Pero en 1942 se
resolvió recrear la propiedad. Con los planos y las fotos de Paganelli, la Casa de Tucumán resurgió de
sus escombros.
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