El Papa Francisco alentó este lunes 1 de octubre a quienes cuidan de los enfermos a amarlos y respetarlos siempre, para hacer así que “la sombra de la eutanasia” desaparezca, una práctica que se quiere legalizar en varias partes del mundo.
“Si la persona se siente amada, respetada, aceptada, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o se hace casi inexistente, pues el valor de su ser se mide por su capacidad de dar y recibir amor, y no por su productividad”, dijo el Santo Padre en su discurso a los participantes del IV Seminario sobre la Ética en la Gestión de la Salud que se realiza en el Vaticano hasta el 5 de octubre.
Tras resaltar la importancia de los cuidados paliativos, el Pontífice denunció que “estamos viviendo casi a nivel universal una fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia. Sabemos que cuando se hace un acompañamiento humano sereno y participativo, el paciente crónico grave o el enfermo en fase terminal percibe esta solicitud”.
Esto es posible, destacó, pese a la crisis económica actual, ya que ante los enfermos graves o crónicos es necesario abrir “nuestro corazón para acoger un don maravilloso”.
El Pontífice propuso para la reflexión tres palabras: milagro, cuidado y confianza. Sobre la primera, explicó que si bien “no se puede hacer milagros” cuando hay pocos recursos, es necesario recordar que “un milagro no es hacer lo imposible; el milagro es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un hermano”.
“Estamos llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios. No es algo que pueda, por sí solo, deshacer todos los nudos que objetivamente existen en los sistemas, pero creará en nosotros la disposición de desatarlos en la medida de nuestras posibilidades y, además, dará paso a un cambio interior y de mentalidad en nosotros y en la sociedad”
De este modo, continuó, se crearán las estructuras adecuadas para la atención de las personas, teniendo en cuenta que “el principio inspirador de este trabajo no puede ser otro que la búsqueda del bien. Este bien no es un ideal abstracto, sino una persona concreta, un rostro, que muchas veces sufre”.
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