Con tantos grupos tan poderosos
yendo detrás de la vacuna, ¿por qué comenzar de cero en Argentina?
Es la pregunta que nos hicimos
antes de presentarnos a la convocatoria. Dos meses después de que se supo la
secuencia del genoma del Sars CoV-2, EEUU y China iniciaron la Fase I de
pruebas. Un récord absoluto, algo que no pasó jamás. Después, otros equipos se
sumaron a la competencia e, incluso, en las últimas semanas, más grupos
hicieron lo propio. Hace 10 días había 100 ensayos en fase preclínica, hoy hay
126. ¿Por qué lo hacen? Porque nadie sabe si, efectivamente, las que están en
Fase II protegerán lo suficiente y si tendrán o no efectos adversos.
Tampoco se sabe si podrán
producirse para todo el mundo; recordemos que se requerirán miles de millones
de dosis. Menudo desafío. La situación ideal es que existan muchas plataformas
de desarrollo de vacunas para que la distribución alcance a todos los rincones
del planeta. También es verdad que cuanto más probemos las tecnologías el
resultado será mejor; las que desarrollan China y EEUU están obteniendo buenos
resultados pero todavía falta. La protección frente al virus es una caja negra,
las vacunas deben probarse en campo y generar protección, ahí está el punto
clave para comprender por qué son tan complejas.
Lo importante es que,
una vez desarrollada, haya dosis suficientes para todos y todas.
-Por supuesto, de hecho, si bien afortunadamente no
se observan grandes cambios ni mutaciones muy rotundas del coronavirus, para el
diseño de la vacuna nos concentramos en las cepas que circulan en Argentina.
Aunque nuestro país no logre el podio en la competencia la experiencia es muy
provechosa porque es la única manera que tenemos para ir desplegando las
capacidades para fabricar nuestras propias tecnologías. El desarrollo
tecnológico sirve para esta ocasión y para otras infecciones virales que vengan
en el futuro.
“China y EEUU corren una
competencia por ver quien llega primero a la vacuna. Para nosotras, está bueno
que ello suceda porque cuanto antes esté la respuesta mucho mejor. No queremos
ser las primeras pero sí desarrollar las capacidades y las experiencias
suficientes para poder generar nuestras propias tecnologías para no tener que
andar esperando si los poderosos se deciden a hacer las cantidades de dosis
necesarias para mandar aquí”, afirma Juliana Cassataro, investigadora del
Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de
San Martín. El grupo que lidera esta experta está conformado por otras
científicas de la UNSAM y, de manera reciente, recibió un subsidio de parte de
la Unidad Covid-19, compuesta por el MinCyT, el Conicet y la Agencia. A
continuación, narra todos los detalles acerca de la iniciativa doméstica que
utiliza proteínas recombinantes y se espera que sea efectiva para combatir la
pandemia.
-Somos un equipo
interdisciplinario compuesto por virólogas, inmunólogas y especialistas en el
análisis de estructura de proteínas. Desde hace años trabajamos en vacunas y
adyuvantes (procedimientos para volver más efectiva la respuesta inmune), de
hecho, uno de nuestros miembros, Diego Alvarez, contribuyó en el desarrollo del
kit serológico para detectar anticuerpos presentado por Andrea Gamarnik hace
unas semanas. Por eso, cuando salió el llamado de la Unidad Covid-19 nos
propusimos hacer una fórmula de vacuna que está siendo evaluada en fase
preclínica (en ratones) con proteínas recombinantes.
Existen múltiples plataformas de
vacunas que en el presente se utilizan en el marco internacional. Están
aquellas que emplean al virus atenuado como la Sabin (siempre tiene un peligro
porque es muy difícil calibrar el nivel de atenuación); luego están las que
utilizan al patógeno inactivado como en Hepatitis A (aquí hay que agregar un
adyuvante que potencie la fórmula y también presenta efectos adversos algunas
veces) y, por otro lado, hay vacunas que nunca se dieron y que se están
probando en este momento. Me refiero a las de ARN, de ADN y de adenovirus, que
son muy fáciles de hacer pero nunca se chequearon en grandes poblaciones. Por
último, están las de proteínas recombinantes –escogida por nosotros– que se
usan en Hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano). En este caso, las
proteínas puras junto a un adyuvante constituyen la opción más segura y, asimismo,
es en la que tenemos la mayor experiencia. Luego de escoger esta vía planteamos
la posibilidad de dos modalidades, una más tradicional sobre proteínas
recombinantes que te acabo de comentar y la más innovadora.
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