SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 11 de agosto de 2022

Oxitocina, la hormona responsable del amor, nace en el sistema nervioso central, concretamente en el hipotálamo.

 

La oxitocina, la hormona responsable de que amemos, seamos fieles, compasivos, amables… y de que podamos parir y tener leche materna, entre muchas de sus funciones.



Es un hecho más que cierto que sabemos todavía muy poco de todo lo que nuestro cerebro es capaz de hacer . La ciencia está en pañales con respecto al mecanismo, prácticamente perfecto de nuestro cuerpo y, muy especialmente de nuestro cerebro. Sin embargo, cada día se descubren nuevas cosas, más fascinantes si cabe que las anteriores.



 

En el mundo femenino, en el de la maternidad, hay una discusión muy viva sobre el uso de la oxitocina sintética —también llamada la hormona del amor — en los partos. Irene García Perulero —bióloga e investigadora de esta hormona muy implicada en el desarrollo de las relaciones sexuales, amorosas y de reproducción y lactancia, en el ser humano—, recuerda que tuvo un parto muy complicado que terminó en cesárea.



 

A partir de ahí comenzó a hacerse numerosas preguntas, precisamente porque su condición de bióloga la llevaba a no quedarse sin respuestas. «La primera vez que me puse a investigar en serio sobre la oxitocina fue allá por el 2005. No es que no hubiera oído hablar de ella antes, sabía que la oxitocina es la hormona responsable de que las fibras musculares del útero se contraigan durante el parto, produciendo las típicas contracciones que permiten que los niños nazcan.



Sabía que la oxitocina se administra de forma exógena —intravenosa— durante los nacimientos y lo sabía muy bien», asegura. Sin embargo, «mi primer parto que, a priori, era de bajo riesgo acabó en escabechina: enema, rasurado, monitorización continua, inmovilización, tactos múltiples, maltrato verbal, miedo, aguas teñidas, sufrimiento fetal, más miedo, epidural, terror y cesárea. Y, por supuesto grandes dosis de oxitocina».

Todo esto cambió su visión: «Sabía que un mal parto te deja hecha polvo, que condiciona la lactancia y la crianza posterior y que tiene un peso en la construcción de tu maternidad. Pero, en realidad, sabía muy poco. Y entonces, un día, en un foro de internet sobre partos, a un ginecólogo que andaba por allí se le ocurrió decirme que la oxitocina sintética era exactamente igual que la natural. A mí sólo se me ocurrió ponerme a investigar»



La oxitocina es una molécula orgánica pequeña, un oligopéptido que consta de sólo nueve aminoácidos. Se produce en el sistema nervioso central, concretamente en el hipotálamo. Desde allí se transfiere a la hipófisis, una glándula que está en nuestro cerebro, dónde se almacena y desde donde se secreta cuando se necesita. La oxitocina se descubrió a principios del siglo pasado y se sintetizó artificialmente por primera vez en 1953.

Du Vigneaud recibió en 1955 el premio Nobel por la síntesis de este compuesto. Funcionalmente lo primero que se sabe de ella es que es una hormona. Viaja por el torrente sanguíneo y actúa en tejidos lejados de su lugar de síntesis. Entre sus acciones periféricas es responsable de los movimientos de contracción-relajación de fibras musculares lisas como las que forman el cuerpo del útero o los conductos galactóforos y, por tanto, produce las contracciones de parto y la secreción de la leche materna. Por este motivo, la oxitocina sintética se ha venido usando en los partos desde los años setenta del siglo pasado. Se administra intraparto por vía intravenosa. Su uso para acelerar las contracciones de parto permite “controlar” en cierto sentido el proceso y se usa en muchos sitios de forma rutinaria, en lo que se denomina protocolo de manejo activo del parto».

 

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