Demasiadas películas de terror, libros y
fantasías, pero la ciencia sostiene que los murciélagos realizan tres servicios
ecosistémicos fundamentales en nuestro planeta: polinizan flores, controlan
plagas de insectos en la agricultura y dispersan semillas.
A fines de marzo, en plena pandemia por el coronavirus,
pobladores de Santa Cruz, en Cajamarca, quemaron vivos a cientos de estos
animales que habitaban cuevas aledañas a su comunidad. Creían que así evitaban
el contagio de COVID-19.
“La gente dice que son horribles, que no sirven para nada. Los
asocian con brujería. Les temen. Nada está más alejado de la realidad”, afirma
la veterinaria Jessica Gálvez Durand, quien
es directora de Gestión Sostenible del Patrimonio de Fauna Silvestre del
Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor). En la cacería y quema en Cajamarca, murieron 300
murciélagos. Serfor logró reubicar a otros 200 en cuevas
cercanas. Gálvez indica que son frágiles y muy asustadizos.
“Los murciélagos son los animales más injustamente maltratados
del mundo”, dice el mexicano Rodrigo
Medellín, biólogo y conservacionista. Agrega: “Si usaste
hoy un producto de algodón, comiste algo hecho con maíz, tomaste café, té o
comiste arroz, tu vida ya está directamente relacionada con estos mamíferos”.
Desde 1994, Medellín trabaja en la conservación de murciélagos y
es muy tajante al decir: “Si perdemos a los murciélagos, perdemos el tequila”.
Los murciélagos son los únicos que polinizan y esparcen las semillas del agave,
de donde se obtienen el tequila y varios tipos de mezcal en México. Por eso, en
las botellas de este licor, para distinguirlos, aparece una etiqueta que dice
bat friendly.
Los tres especialistas consultados señalan que no hay evidencia científica que
indique que alguna de las más de 160 especies de murciélagos que habitan el
Perú presente las características o la genética del murciélago de herradura (Rhinolophus horseshoe), especie que aún se investiga
en China para comprobar que haya sido un posible vector de contagio de
COVID-19, originado
por la venta de su carne en un mercado de Wuhan, algo, por cierto, hecho por
humanos.
La ciencia actúa también de manera insospechada: no se sabe
cuándo el contacto celular y genético de una especie animal con una humana
puede fabricar un virus. Esta no sería la primera vez que sucede. Pero ya no
estamos en épocas medievales como para buscar chivos expiatorios e ir a quemar
murciélagos. Si alguna lección nos deja también esta
pandemia, es que la ciencia debe triunfar ante la superstición, el desconocimiento,
la desinformación o la calumnia.
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