Científicos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y el
Centro Nacional Patagónico investigan la población de esta especie que
sorprende en el golfo de San Jorge.
RADA
TILLY, Chubut.– La expectativa en la embarcación crece a medida que avanza a
mar abierto. Los dos biólogos a bordo ya tienen preparada en proa la cámara
para continuar con el registro fotográfico y revisan datos de localización en
un celular y con un goniómetro sin dejar de prestar atención a los movimientos
del dron que sobrevuela a altura, más distante, operado desde un bote de apoyo
con buzos. De pronto, un estruendo seguido de una bruma termina con la
ansiedad.
A
pocos metros, se acaba de dejar ver un ejemplar de ballena
sei, la tercera especie más grande después de la azul y el
rorcual común, que reapareció en estas costas patagónicas después de que su
población fuera depredada hasta poco antes de mediados del siglo pasado. Una
factoría cercana de la que solo quedan las ruinas da cuenta de eso a mitad de
camino con Caleta Olivia, Santa Cruz.
“¿La
vieron? ¡Acá!”, alerta Miguel Bottazzi, al mando del semirrígido del programa Pristine Seas, de National Geographic, en una nueva salida de la expedición para estudiar una
especie sobre la que poco se conoce, es considerada en peligro de extinción y
se empezó a recuperar después de casi cien años.
El
trabajo, que comenzó en 2017 con un seguimiento fotográfico, para convertirse
en un proyecto de investigación aprobado en 2019 por la Universidad Nacional de la
Patagonia San Juan Bosco (Unpsjb), se retomó después de la pandemia
de Covid. Lo lideran desde el inicio los investigadores Mariano Coscarella, del Laboratorio de Mamíferos Marinos en el Centro para el Estudio de
Sistemas Marinos (Cesimar) del Centro Nacional Patagónico
(Cenpat-Conicet), y Marina Riera, de la Facultad de Ciencias Naturales y Ciencias de la Salud
de la Unpsjb, donde también es docente Coscarella. Con ellos
trabaja a la par Santiago Fernández, becario doctoral del Cesimar.
Con la Fuerza
Aérea Argentina, hicieron vuelos entre noviembre y mayo del año
pasado para estimar la abundancia: en los 5000 km2 de mar desde el Pico
Salamanca, ubicado a unos 40 km al norte de Comodoro Rivadavia, hasta el sur de
Caleta Olivia (Santa Cruz), estimaron la presencia de, en promedio, 2600
ejemplares de sei.
“La
primera estimación la revisé más de 40 veces. No nos cerraba que fueran tantas
–recordó Coscarella junto a Riera–. En el vuelo de estimación, en cinco horas,
contamos 116 ballenas. ¡Pero esta población es una explosión! Tenemos con
Marina muchos años de experiencia y encontrarnos entre 2400 y 2800 ballenas sei
fue increíble”.
Semejante
entusiasmo llegó hasta la Comisión Ballenera Internacional,
organismo internacional encargado de la conservación de las ballenas y el
manejo de la caza de cetáceos. Enseguida le notificaron no solo la presencia de
la especie en la zona del golfo San Jorge, sino la cantidad. También invadió a
las autoridades del municipio, a cargo de Mariel Peralta, y entusiasma
cada día más a los casi 16.000 habitantes de esta localidad.
“Sé que
moviendo la mano [como hizo varias veces durante la navegación], la ballena
franca te mira y te sigue el movimiento. Entonces probé
cómo funcionaba el mismo gesto con la ballena sei y dio
resultado porque le dio curiosidad”, agregó sobre Rayita, un juvenil con una
pequeña marca en el lomo que pudo haber sido al jugar con un delfín.
“Tomó
confianza con nosotros, se fue, y después, empezaron a acercarse más. La
segunda vino todavía con más confianza que Rayita y se nos puso al lado en una
situación casi similar a la que vemos con las franca. Para mí, fue una
experiencia magnífica”, finalizó Bottazzi.
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