En el mes de agosto de cada año, en la ciudad de La Banda, a 8
kilómetros de la capital santiagueña, la casa de la familia Carabajal se
convierte en un lugar de encuentro musical al que asisten más de dos mil
personas provenientes de diferentes provincias del país y del exterior.
Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano, todo
se vuelve fiesta cuando ellas vuelan junto a los pájaros”, escribió Peteco
Carabajal. En una casa del barrio Los Lagos de La Banda, María Luisa Paz de
Carabajal y Francisco Rosario Carabajal criaron a sus doce hijos y después a
los numerosos nietos.
Circundada por calles de tierra, esta humilde morada se
convirtió con el paso de los años en la cuna de varias generaciones de artistas
de nuestra cultura popular. María Luisa, “la abuela”, el espíritu onmipresente
en todo momento, erigió con su carisma y su trabajo un lugar de encuentro para
la familia, cada vez más numerosa, e inspiró muchas canciones que reflejan las
tradiciones populares.
Al transitar por la casa se percibe lo tangible y lo
intangible de su existencia.
Un camino de tierra conduce el paso hasta cualquiera de las
dos entradas de su patio con techo de quincho. Un pequeño muro, apenas sugerido,
permite ver el interior que sólo atesora un simple horno de barro y unas mesas
distribuidas al azar, especialmente preparadas para quienes se vean tentados a
probar una exquisita comida típica en un espacio que no se siente ajeno sino
compartido.
También es inevitable conmoverse por lo intangible: la
hospitalidad de su gente, la sonrisa franca y el relato sincero de una vida
entera dedicada a la música.
Muchos de los temas creados por los Carabajal cuentan las
historias vividas en el patio de esa pequeña casa donde lo cotidiano supo
volverse mágico. Como en Santiago del Estero las leyendas y los mitos son parte
esencial de las creencias de su gente, Doña Luisa, personaje de leyenda si los
hay, se convirtió en la “madre de la chacarera” y, aunque falleció hace diez
años, en el día de su cumpleaños muchos de los miembros de la familia
Carabajal, que llegan casi al medio centenar, se reúnen cada 16 de agosto en el
mismo patio donde crecieron bajo el abrazo protector y cálido de la abuela.
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