**Hoy, a seis años de su elección, las 7 Maravillas Naturales Argentinas siguen posicionando al turismo argentino en lo más alto, y renuevan el compromiso colectivo de preservar estos tesoros naturales para las futuras generaciones. Son testigos vivos del esplendor natural del país y reflejo del espíritu de quienes eligieron protegerlos.
Argentina
celebro este 7 de mayo pasado el sexto aniversario de un hito en la promoción
de su patrimonio natural: la elección de las 7
Maravillas Naturales, un conjunto de
destinos que capturan la diversidad, majestuosidad y riqueza ecológica del
territorio nacional. La iniciativa, impulsada por la organización Visit7Mar, convocó a más de un millón de argentinos a
participar en una histórica votación para seleccionar estos íconos de la
naturaleza entre 28 finalistas distribuidos en 18 provincias.
Los lugares finalmente consagrados
como maravillas naturales son: Río
Mina Clavero (Córdoba), Salinas Grandes (Jujuy), Glaciar Perito Moreno (Santa
Cruz), Parque Nacional Talampaya (La Rioja), Selva Misionera (Misiones), Parque Nacional Nahuel Huapi (Río Negro y Neuquén), y Bañado La Estrella (Formosa).
Cada uno de estos destinos refleja no solo una belleza escénica única, sino
también un valor ecológico y cultural incalculable.
Además de posicionarse como
destinos turísticos de primer nivel, estas maravillas cumplen un rol
fundamental en la concientización
ambiental y la promoción de la conservación. En estos seis años, se han convertido en
motores de desarrollo local y puntos de atracción para visitantes de todo el
mundo, que llegan para descubrir paisajes tan diversos como humedales
subtropicales, glaciares imponentes o salares ancestrales.
Entre las maravillas naturales de
Argentina, la Selva Misionera se destaca como un auténtico santuario de
biodiversidad en el noreste del país. Esta selva subtropical, densa y
exuberante, alberga una de las concentraciones de flora y fauna más ricas del
continente sudamericano. Con una vegetación dominada por especies como el
palmito, el cedro misionero, el lapacho y el timbó, se convierte en el hogar de
numerosas especies endémicas y en peligro de extinción, como el yaguareté, el
tapir y el mono caí. Además, su clima cálido y húmedo propicia una explosión de
vida que incluye coloridos guacamayos, tucanes, mariposas gigantes y reptiles,
creando un ecosistema vital tanto para la conservación como para el turismo
responsable.
En
contraste con el entorno selvático, el Bañado La Estrella, ubicado en la provincia de Formosa, ofrece un paisaje
completamente distinto pero igualmente impactante: un extenso humedal de más de
400 mil hectáreas que se inunda estacionalmente, formando espejos de agua donde
conviven múltiples formas de vida. Este ecosistema es considerado uno de los
más importantes de Sudamérica por su riqueza ecológica, albergando más de 300
especies de aves, incluidos el jabirú, el chajá y numerosas garzas, además de
fauna característica como yacarés, carpinchos y anacondas. Su belleza serena y
su importancia ambiental lo convierten en un destino ideal para el ecoturismo,
la fotografía de naturaleza y la observación de aves.
Por
su parte, en el corazón de la Patagonia, el Parque Nacional Nahuel Huapi y el Glaciar Perito Moreno representan la majestuosidad del sur argentino. El Parque Nahuel Huapi, que se extiende entre las provincias de Río Negro y Neuquén, combina
montañas nevadas, bosques frondosos de lengas y coihues, y lagos cristalinos de
origen glaciario, en un entorno natural que fascina tanto por su belleza como
por su diversidad biológica. Es el parque nacional más antiguo del país y un
símbolo del patrimonio natural argentino.
Mientras
tanto, el Glaciar Perito Moreno, situado dentro del Parque Nacional Los Glaciares, en la provincia de
Santa Cruz, ofrece un espectáculo visual inigualable: un coloso de hielo de más
de 60 metros de altura que se desplaza lentamente y, cada tanto, desprende
enormes bloques que caen estruendosamente al Lago Argentino. Este fenómeno, uno
de los pocos glaciares del mundo que aún avanza, atrae a miles de turistas
anualmente, quienes se maravillan con la fuerza de la naturaleza en estado puro.
Ambos destinos son joyas de la Patagonia y reflejan el esplendor y la vastedad
de los paisajes australes.
Las
Salinas Grandes, ubicadas a más de 3.400 metros sobre el nivel del mar en el
altiplano compartido por las provincias de Jujuy y Salta, constituyen uno de
los paisajes más extraordinarios y oníricos de Argentina. Este inmenso desierto
blanco, que se extiende por más de 12.000 hectáreas, fascina a los visitantes
con su manto cristalino de sal que refleja el cielo y genera un efecto visual
único, especialmente durante la temporada de lluvias, cuando se transforma en
un espejo natural. Pero más allá de su belleza deslumbrante, las Salinas
Grandes albergan una historia milenaria profundamente conectada al desarrollo
humano en la región. Durante siglos, las comunidades originarias extrajeron sal
como recurso vital para la conservación de alimentos y el intercambio
comercial. La importancia de este mineral fue tal que dio origen al término
“salario”, ya que la sal llegó a utilizarse como forma de pago en épocas
antiguas. Aún hoy, muchas familias trabajan de manera artesanal en su
extracción, perpetuando un saber ancestral que combina cultura, naturaleza y
subsistencia. Este lugar no solo impacta visualmente, sino que también conecta
al visitante con una dimensión histórica y espiritual del noroeste argentino.
Por
su parte, el Río Mina Clavero, reconocido como una de las 7 Maravillas Naturales de Argentina, es una
joya enclavada en el corazón del Valle de Traslasierra, en la provincia de
Córdoba. Nacido en las alturas de las Sierras Grandes, a partir de arroyos
cristalinos que descienden por terrenos escarpados, este río serpentea a lo
largo de 14 kilómetros antes de unirse con el río Panaholma para formar el
pintoresco Río de los Sauces. Su cauce se abre paso entre formaciones rocosas
milenarias, creando pozos naturales, playas de arena clara y cascadas que
invitan al descanso y al contacto íntimo con la naturaleza. La pureza de sus
aguas y su temperatura refrescante convierten al Mina Clavero en un destino
ideal para el turismo activo, donde se combinan actividades como el senderismo,
el avistaje de aves, la fotografía de paisajes y el baño en plena naturaleza.
Además, su entorno ofrece una rica biodiversidad y una geografía privilegiada,
con balcones naturales que permiten admirar la grandeza del paisaje serrano. La
zona también posee un valor cultural notable, con pequeños poblados que
conservan la tradición cordobesa y ofrecen hospitalidad, gastronomía típica y
una conexión auténtica con el ritmo sereno de la vida rural.
Finalmente, El Parque Nacional Talampaya, ubicado en la provincia de La Rioja, es un
escenario majestuoso que combina ciencia, historia y belleza natural en una armonía
casi mística. Sus monumentales formaciones geológicas, esculpidas por millones
de años de erosión del viento y del agua, se alzan como gigantes de piedra
rojiza que parecen custodiar secretos del pasado remoto de nuestro planeta. Los
paredones del cañón de Talampaya, que alcanzan alturas de más de 100 metros,
forman un corredor natural imponente, donde cada curva revela nuevas geoformas
con nombres sugerentes como “La Catedral”, “El Monje” o “La Torre”. Este
paisaje surrealista transporta al visitante a un viaje por los orígenes de la
Tierra, ya que en esta región se han hallado fósiles de los primeros
dinosaurios y restos de vegetación prehistórica que datan del período Triásico,
hace más de 200 millones de años.
Además de su riqueza geológica, el
parque también es un sitio de gran valor arqueológico y cultural, con
petroglifos tallados por pueblos originarios que habitaron la zona hace miles
de años. Estos grabados, visibles en varios sectores del parque, representan
figuras humanas, animales y símbolos astronómicos, testimonio de la cosmovisión
de antiguas culturas andinas. Talampaya no es solo una maravilla natural; es
también un laboratorio al aire libre para paleontólogos, arqueólogos y
geólogos, y un espacio de contemplación profunda para quienes buscan conectarse
con la magnitud del tiempo y la naturaleza. Reconocido como Patrimonio Mundial
por la UNESCO, este parque nacional invita a explorar la historia del planeta
escrita en piedra, en uno de los paisajes más impactantes y reveladores de Argentina.
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