Fruto de la reunión de trabajo surgieron también una serie de
propuestas:
--"Alto el fuego para permitir la ayuda humanitaria;
--alentar el diálogo interreligioso y la tolerancia, sobre todo para
poner fin definitivamente a la nueva tragedia que el papa Francisco ha llamado
"ecumenismo de la sangre cristiana";
--promover una posible Autoridad de Transición con el fin de organizar
las elecciones (gobierno de unidad nacional con delegación en las fuerzas
armadas y de seguridad);
--contrarrestar la trata de personas y la prostitución".
A continuación el texto completo del informe, sobre el cual Mons.
Sánchez Sorondo le indicó a ZENIT que en este documento están todos los
principales objetivos de la
Santa Sede "de manera clarísima.
Para Su Santidad el papa Francisco
Deliberaciones del Workshop de
El horror de la violencia y la muerte en Siria ha llevado al mundo a una
nueva reflexión, y con ello a una nueva oportunidad para la paz. La Conferencia de Ginebra
2, que tendrá lugar el 22 de enero, permite al pueblo sirio, a la región y al
mundo entero concebir un nuevo inicio y poner fin a la violencia que ha costado
más de 130.000 vidas, dejando en ruinas y en el caos un hermoso país. Por lo
tanto, todos debemos trabajar en armonía y confianza para trazar urgentemente
un camino de reconciliación y reconstrucción.
El paso inicial y más urgente, que pone de acuerdo a todos los hombres y
mujeres de buena voluntad, es un alto el fuego inmediato y el fin de toda
violencia: un fin sin condiciones políticas. Todos los combatientes del
interior de la región deben deponer las armas; todas las potencias extranjeras
deben adoptar medidas inmediatas para detener el flujo de armas y su
financiación, que alimenta la escalada de violencia y destrucción. El cese
inmediato de la violencia está en el interés de todos. Es un imperativo
humanitario, y representa el primer paso hacia la reconciliación.
El fin de los combates debe ir acompañado del inicio inmediato de la
asistencia humanitaria y la reconstrucción. Millones de sirios están en la
condición de refugiados. Innumerables refugiados son alojados temporalmente en
campamentos en los países vecinos. Estos refugiados sufren privaciones extremas
y potencialmente letales en términos de energía eléctrica, agua potable,
saneamiento, electricidad, refugio seguro, telecomunicaciones, transporte, y
otras necesidades humanas básicas necesarias para el buen
funcionamiento de cualquier sociedad. Hagamos posible que Siria puede llevar a
cabo, con el total apoyo financiero y humano mundial, un camino de
reconstrucción, uno que pueda comenzar incluso antes de que se hayan resuelto
todas las cuestiones políticas y sociales.
En esta recomposición esencial los jóvenes y los pobres deben tener un
papel privilegiado, con el acceso al empleo y la formación que les da las
habilidades vitales para la reconstrucción. La economía siria se está
colapsando y el desempleo juvenil es galopante. La reocupación de los jóvenes
no sólo satisfará las necesidades materiales inmediatas, sino también las
urgentes necesidades sociales y personales. De esta manera, el comienzo de la reconstrucción
material puede tener un papel a los efectos de las urgentes necesidades que
implica la supervivencia.
El diálogo entre las comunidades y la reconciliación también deben
hacerse cargo de las necesidades urgentes de reconstrucción espiritual y comunitaria.
Siria tiene una larga, compleja y maravillosa tradición de pluralismo de las
religiones, etnias y culturas. La
Santa Sede apoya todas las religiones y todas las comunidades
de Siria, con la esperanza de un nuevo entendimiento y la recuperación de la
confianza después de años de violencia entre comunidades.
Es bien sabido que la guerra en Siria ha sacado su violencia de los
conflictos y la profunda desconfianza en la región. Como muchos han señalado,
el conflicto en Siria ha tenido que ver con frecuencia más con la rivalidad de
los poderes regionales e internacionales que con los conflictos dentro de la
propia comunidad siria. Por un lado, esto es prometedor. El pueblo sirio ha
convivido en paz en el curso de la historia, y puede volver a hacerlo. Por otro
lado, los conflictos regionales que han barrido Siria deben ser abordados con
el fin de crear las condiciones para una paz duradera.
Ginebra II, con el fin de sentar las bases para la paz en la región,
debe garantizar la participación inclusiva de todas las partes del conflicto,
tanto dentro de la región y más allá. Es particularmente digno de mención el
reciente acuerdo entre Irán y los miembros permanentes del Consejo de Seguridad
más Alemania, para llegar a un consenso sobre el programa nuclear iraní. Este
acuerdo provisional da al mundo la gran esperanza de que al prolongado período
de desconfianza grave entre Irán y otras naciones de la región y más allá ahora
puede seguirle una nueva era de confianza e incluso cooperación. El éxito de
este nuevo acuerdo también podría servir de base esencial para una paz duradera
en Siria, que también sucedería en el caso de un gran avance en las
negociaciones de paz entre israelíes y palestinos en curso, facilitadas por los
Estados Unidos.
Estas son, por tanto, las condiciones para una paz duradera: el cese
inmediato de la violencia; el inicio de la reconstrucción; el diálogo entre las
comunidades; los avances en la resolución de todos los conflictos regionales; y
la participación de todos los actores regionales y globales en el proceso de
paz de Ginebra 2. Proporcionan una base de seguridad y reconstrucción sobre la
que construir una paz duradera. En Siria, también se necesitan nuevas formas de
vida política con el fin de garantizar la representación, la participación, la
reforma, la posibilidad de hablar y la seguridad para todos los grupos
sociales. Es necesaria también una transformación política. No se trata de un
requisito previo para poner fin a la violencia; sino que irá de la mano con el
cese de la violencia y la reconstrucción de la confianza.
Por último, como ha afirmado el papa Francisco en septiembre del año
pasado, durante una vigilia de oración por la paz:
“Quisiera pedir al Señor,
esta noche, que nosotros cristianos y los hermanos de las otras religiones,
todos los hombres y mujeres de buena voluntad gritasen con fuerza: ¡La
violencia y la guerra nunca son el camino para la paz! Que cada uno mire dentro
de su propia conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que
atrofian tu corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible
tu corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la
reconciliación: mira el dolor de tu hermano, y no añadas más dolor, detén tu
mano, reconstruye la armonía que se ha roto; ¡y esto no con la confrontación,
sino con el encuentro!”
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