LA MUERTE DE CACIQUE CALLVUCURÁ (o Calfucurá). En su toldería de Chiloé, situada al oeste de Salinas Grandes, en la actual provincia de La Pampa, falleció el temible CALLVUCURÁ, cuyas hordas, con frecuencia habían asaltado y quemado numerosas poblaciones de colonos.
Durante casi 40 años este indio astuto fue el jefe indiscutido de los pampas y señor del desierto. A su muerte se reunieron en el circo de Chilihué 224 caciques para celebrar un parlamento con el fin de nombrar al sucesor.
Después de un tumultuoso consejo resultó electo NAMUNCURÁ, hijo mayor de Callvucurá, que tenía ya 62 años e inmediatamente el nuevo jefe se puso al frente de sus guerreros, atacando el sur de la provincia de Buenos Aires.
Además de los aborígenes sometidos a Namuncurá habitaban en el centro de la actual provincia de La Pampa los indios del cacique PINCÉN, quien a la muerte de Callvucurá, se separó de la confederación indígena y en el norte de la misma estaban los ranqueles, mandados por MARIANO ROSAS y otras tribus de menor importancia, que tampoco adherían a las políticas de Callvucurá ni del ahora su sucesor Namuncurá.
Poco antes de morir Callvucurá había aconsejado a los suyos «no abandonar Carhué al huinca», es decir no permitir el avance de los blancos en el oeste de la provincia de Buenos Aires. Consecuentes con este consejo los indios no variaron su conducta y por cualquier demora en la entrega de las raciones prometidas o con cualquier otra excusa, atacaban a las poblaciones blancas.
El gobierno dictó enérgicas medidas para que se cumplieran los tratados establecidos con el fin de captarse la confianza de las tribus salvajes, pero estas políticas ocasionaban grandes gastos a la Nación y no siempre daba resultado, pues con frecuencia los indígenas cruzaban la línea de fortines, robaban ganado y se llevaban cautivas.
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