SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



viernes, 21 de junio de 2019

Agrotoxicos en Argentina, sin un control envenenan y matan.

Monsanto es una multinacional fabricante de catástrofes desde 1901, a través de químicos altamente peligrosos para la salud y el ambiente.

El herbicida conocido como “agente naranja”, utilizado por las fuerzas armadas de EE.UU. en la guerra de Vietnam en los años 60, era una mezcla de varios químicos con una alta concentración de dioxinas que sirvió para destruir la selva tropical donde se escondían los vietnamitas. 
El saldo de su utilización fue una gran pérdida de ecosistema, numerosas muertes y la perpetuación de hasta 4 generaciones de personas con mal formaciones y problemas de salud. Esto convirtió a Monsanto en el principal acusado por la demanda realizada por los veteranos de la guerra de Vietnam, teniendo que pagar una indemnización millonaria.

En 1995 se probó en EE.UU. la soja transgénica resistente al Round Up, con su principio activo glifosato. Este herbicida, aplicado en la tierra, inhibe en los “yuyos” la producción de enzimas (EPSP) que estimulan el crecimiento, eliminándolos por completo. La soja “Round Up Ready” produce una enzima que no se ve afectada por el agrotóxico.

En junio de 2018, la gran industria farmacéutica Bayer compró a la empresa Monsanto por una suma millonaria. Sus CEOs tienen un negocio redondo: la enfermedad y también la cura.
Si se trata de Monsanto, la grieta no existe: El 2-4 D, químico del “agente naranja”, se utiliza en la agricultura argentina. Y si bien está prohibido, no existe control real. Como consecuencia, sigue apareciendo en muestras científicas de agua, suelo y aire.

Este paquete tecnológico se introdujo en Argentina en el año 1996, un 25 de marzo, de la mano del gobierno de Carlos Menem. Se realizó como un trámite fugaz: en menos de 85 días ya contaba con su aprobación, respaldada por estudios de impacto ambiental y de salud presentados por la misma empresa. El Secretario de Agricultura, hoy candidato a presidente, Felipe Solá fue quien firmó el expediente.
Desde hace 23 años ya nada volvió a ser lo mismo para la ex agricultura, hoy agroindustria argentina. La siembra de soja transgénica creció de forma tal que corrió otros cultivos como el maíz y el trigo y provocó grandes desmontes, ya que fueron apareciendo nuevos agroquímicos como pesticidas, fungicidas y fertilizantes que permiten que cualquier tierra sea cultivable.
En el 2009, el científico fallecido, Andrés Carrasco, ex presidente del CONICET y ex jefe del laboratorio de embriología de la UBA, ganó muchos enemigos. Empresas dedicadas al agro y abogados de CASAFE (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes) comenzaron a amedrentarlo por presentar sus estudios que comprobaban que el modelo sojero es devastador para el desarrollo embrionario.
En mayo de 2009, el Ministro de Ciencia del kirchnerismo, Lino Baraño, quien mantiene su puesto en la actualidad bajo el macrismo, desacreditó a Carrasco, y solicitó a Otilia Vainstok, coordinadora del Comité Nacional de Ética en la Ciencia y Tecnología (CECTE) que evalúen la ética del científico por la investigación que ponía en jaque al modelo químico.
En el 2012 la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner se reunió en Nueva York con directivos de Monsanto, a la espera de recibir millones de pesos para desarrollar una planta de producción de maíz en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas. Gracias a la resistencia de los ciudadanos cordobeses esto no llegó a concretarse.
La producción de soja crece en Argentina, y también la utilización de agrotóxicos. Desde 1995 hasta hoy, todos los gobiernos apoyan este modelo sin importar la cantidad de estudios científicos publicados acerca de lo nocivo que son éstos para la salud. En Santa Fe, por ejemplo, el cáncer supera el doble de la media nacional, según datos propiciados por los campamentos sanitarios de la Universidad Nacional de Rosario.
En el año 2015 la Organización Mundial de la Salud declaró al glifosato como cancerígeno.
Actualmente, el gobierno de Macri, de la mano de su Ministro de Medio Ambiente Sergio Bergman, le permitirá a Monsanto fumigar a 100 metros de las puertas de nuestras casas, profundizando mucho más las consecuencias de este modelo agrario, que viene de la mano de mayores enfermedades y destrucción de nuestros suelos.


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